AS (Baleares)

“En casa, me pinchaban ballones; hoy manda la Liga Iberdrola"

Amelie Ndjib cruzó África para poder jugar a fútbol. Su familia se lo prohibía. Ahora es representa­nte

- PATRICIA CAZÓN

A Amelie Ndjib (Douala, Camerun, 1981) no le dejaban jugar a fútbol: su familia le pinchaba los balones, le pegaba, se lo prohibían. Escapó de casa. Cruzó África. Llegó a España en el maletero de un coche. Entrenó en el Rayo Vallecano Jugó seis años en el

Adepo Palomeras. Hoy es representa­nte de jugadores y un ejemplo para las niñas de Camerún que sueñan con ser como ella.

La historia de Amelie Ndjib Ngo-Baleba (Douala, Camerún, 1981) comienza con un balón pinchado. Ella lo había comprado, ella soñaba fútbol, en casa no la dejaban. La castigaban, se lo prohibían. “Las chicas, ahora está cambiando, tenían que ir a la cocina. A los 20 años son mayores, con muchos hijos”. Amelie era la séptima de nueve hermanos, la tercera chica. Y sólo tenía un sueño: jugar a fútbol. Su historia es un ejemplo de superación. “Lo del fútbol es de siempre. Mis hermanos eran cinco y yo completaba su equipo, tres contra tres”. Las suelas manchadas de polvo, la adrenalina del gol. Amelie quería ser Roger Milla en el Mundial de EE UU. Pero primero su madre y después su hermana, cuando su madre murió, le pinchaban los balones, los rajaban, no le dejaban. Ella desobedecí­a, jugaba en los recreos, volvía tarde de la escuela por jugar, participó en la Copa de África en 2000. Le pagaron 200 francos (60 euros). Tenía 22 años cuando decidió escaparse de casa para cumplir su sueño, llegar a España, a más de 4.000 kilómetros. “Yo quería jugar con los blancos”. Los blancos es Europa.

Tardó dos años en cruzar África. Un día llamaron a su puerta unos comerciant­es de Mali, que arreglaban zapatos, y ella se lo dijo: “Me quiero ir, ayudadme”. Y la ayudaron. Salió por el norte, de ahí a Nigeria y Niger. En la frontera de Libia estuvo cuatro días. “No dejaban pasar a mujeres solas”. Habló con un chico que también huía, fingieron ser pareja. Al llegar a Libia trabajó cuatro meses dando clases de francés antes de saltar al país siguiente. “Me fui a Argelia”. Dos años después de haber comenzado su viaje, cruzaba la frontera escondida en el maletero de un coche. Así llegó a España. Pasó un mes en Melilla. De ahí, a Algeciras. Cuarenta días en otro campos de inmigrante­s. “Y los 40 llorando. Pensaba que me iban a devolver a mi país. Y no quería. Quería jugar a fútbol. Y allí no me iban a dejar”. Pero no. Una mañana se vio en una cabina de teléfono con un diccionari­o de español en el bolsillo. Era libre. Llamaba a su hermana. Estaba en España para cumplir su sueño. Lo empezó en Madrid, 2005. “Comencé a entrenarme con el Rayo. Coincidí con Sonia, con Natalia Pablos…”. Pero no jugaba. “No podía. Me decían que era buena, que tenía nivel, pero no pasaporte”. Y sin papeles no había fútbol de élite.

Su hermana, resignada, se lo hizo llegar de Camerún. El pasaporte. Y comenzó a jugar en el Adepo Palomeras. Fueron seis años. Cuatro sin papeles. “Eso me castigó mucho”. No llegó a la Liga Iberdrola. Trabajaba de mensajera para sobrevivir. Pero jugaba. “Me siento afortunada: el fútbol me ha ayudado en todo en la vida”. Ahora es ella la que ayuda a través de él. Amelie representa jugadores. Lleva a un chico del Fuenlabrad­a, tuvo a prueba en la Cultural a otro, a una chica en Badajoz, levanta escuelas, organiza torneos: el próximo en Burkina Faso, con De la Red y Capdevila. Es un referente para ellas. Las niñas que, en su país, quieren jugar a fútbol, ser como ella. “Ahora allí todo ha cambiado. Por participar en una Copa de África ya no son 200 francos, sino 10.000, dinero. Las familias las dejan”. La Liga Iberdrola es el sueño. “Es increíble cómo, con su apoyo, está cambiando el fútbol femenino”. Hay un abismo entre lo que encontró en 2005, la casi clandestin­idad, a ahora. “Estuve el otro día en el Metropolit­ano, fue increíble. Han cambiado muchas cosas. Iberdrola las está cambiando. Eso es muy bueno”. Las niñas de Camerún ya no sólo pueden soñar. También cumplir. Amelie es su ejemplo.

Adepo Jugó seis años en el Adepo Palomeras, cuatro sin papeles

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UN EJEMPLO EN CAMERÚN. Amelie Ndib llegó a España con el sueño de jugar al fútbol. Ahora trabaja para que otros pueda
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