La Real se pasea en el derbi de la bronca a Iñigo
Dos goles en propia puerta de San José marcaron el choque
EI derbi más transparente en Euskadi, por su escasa miga, tuvo que ser amplificado por el vendaval Iñigo Martínez para que se demuestre una realidad palmaria: aunque no haya ningún premio clasificatorio, este pulso jamás es un asunto menor. Lejos queda la caza mayor de la década de los 80, cuando sus enfrentamientos hasta intervenían en sus títulos de Liga. El pique vecinal también suele alimentarse cíclicamente con los trasvases al enemigo, generalmente de forma unidireccional: de Donostia a Bilbao. Lo que quedó claro esta vez es que en Bilbao el pesimismo es absoluto, que hay que fraguar un proyecto nuevo y airear mucho ese vestuario.
Iñigo fue la diana de las iras durante toda la tarde en el derbi de Anoeta y acaparó el protagonismo en casi todo lo que pasó. Por ejemplo, intervino en el tercer gol local con un gesto raro en su área y remató en zona enemiga un balón que pegó en la mano de Llorente: penalti y gol del honor del Athletic. También es verdad que le restó foco un San José que tiene la negra en Anoeta (de los tres goles locales ayer intervino directamente en dos).
La batuta desde el pitido inicial fue para Iñigo, que dirigió la orquesta de viento de la grada y hasta acaparó protagonismo en el juego. San José demostró que no pedirá nunca asilo en el estadio txuri-urdin: en 2010, el de Caparrós, cometió un penalti absurdo por tocar el balón con la mano y luego se metió un gol en propia puerta para otorgar un 2-0 al eterno enemigo casi con su patente. De vuelta a la pesadilla, hizo un doblete ante Arrizabalaga.
El derbi se cerró con una nueva bronca. A Rubén Pardo se le cruzó el cable e hizo un entradón a Mikel Rico. Fue expulsado y se generó un torbellino de protestas de loa jugadores.