AS (Baleares)

Umtiti tumbó a Hazard

Decidió un gol de cabeza del central del Barça ● Partido espectacul­ar, sin acompañami­ento, de la estrella belga ● Tercera final para Francia

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO AFP, REUTERS, EFE Y GETTY

En una semifinal resuelta al sprint, un cabezazo de Umtiti separó a Francia de Bélgica. En la balanza pesó más la solidez de la selección de Deschamps, que aguantó con piernas e inteligenc­ia los tornillazo­s de Hazard e hizo fortuna después con su ventaja. El belga del Chelsea sale de este Mundial sin el premio mayor pero con un cartel extraordin­ario. Conforme ha avanzado el torneo se ha ido convirtien­do en un trueno. Intentará consolarse el sábado, porque el domingo está reservado para la tercera final de Francia en un Mundial. La Francia de Griezmann, Mbappé y los decatletas que les acompañan.

Fue lo que se esperaba, un partido estupendo, regado con fútbol champán, entre dos equipos adiestrado­s para el espacio pero buenos también en el juego posicional que llegaron hasta aquí por un lado del cuadro donde abundaba la fauna salvaje. Y con un duende suelto, Eden Hazard, prodigio del quiebro y del dominio de la escena en medio de aquella fabulosa colección de afrocentro­campistas. A Zidane no le engañó el ojo cuando lo recomendó, sin éxito, en el Madrid.

A la baja de Meunier respondió Roberto Martínez con una estudiada asimetría: tres zagueros al atacar y cuatro para defender, con toda la banda derecha asignada a Chadli, Witsel y Dembelé como primera frontera y Fellaini, un futbolista al que sin ser su entrenador cuesta encontrar virtudes, por delante. Enfrente, una Francia convencion­al, con todo el cubicaje en sus tres centrocamp­istas, Mbappé y Griezmann zascandile­ando entre líneas y Giroud en punta. Es costumbre muy francesa no exigirle goles a su goleador. De ello vive Benzema y en las mismas anda Giroud, que con su gran juego de espaldas viene a ser la tinta del calamar: él distrae y Mbappé y Griezmann escapan.

El partido fue y vino. A ratos se impuso el motor de Kanté y Pogba, a ratos la labor de encaje de Hazard en la izquierda. Pero casi todo, de lo uno y de lo otro, acabó en el área. Hubo ajedrez y tiroteo casi a partes iguales. Y dos porteros enormes. Lloris sacó una gran media vuelta del Alderweire­ld tras un córner y rozando el descanso Courtois se encomendó a su pie derecho en un mano a mano con Pavard, al que Mbappé había dejado a las puertas del paraíso.

A Francia le fue bien descolgar a Griezmann y a Mbappé, que espera que le llegue la regularida­d según se le marche la adolescenc­ia, aunque fue claramente a mejor durante el partido hasta acabar como el jugador de más autoridad en el pleito. Bélgica apenas encontró a De Bruyne, uno de sus brazos armados, pero empujó con sus centrocamp­istas.

Y en pleno equilibrio marcó Umtiti, en un cabezazo al primer palo en centro de Griezmann mal defendido por Fellaini. El tanto le dio a Francia la ventaja y el espacio, nutriente de su juego. Roberto Martínez maniobró de inmediato. Quitó a Dembelé, retrasó a De Bruyne y metió a Mertens, otro cargado de pólvora. Como aquello no resultó, quiso ganar el otro flanco con Carrasco frente a la cara B de Francia: un equipo con espinazo robusto y esfuerzo solidario en la protección de Lloris, empezando por Griezmann. El meta salvó un trallazo lejano de Witsel, último coletazo de una gran Bélgica, a la que quizá se le haya ido un momento irrepetibl­e. Anduvo cerca, pero en solvencia sacó mejor nota Francia.

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