AS (Baleares)

A todo gas

Hoy se disputa la etapa más esperada Ayer venció Alaphilipp­e

- JUAN GUTIÉRREZ LA CRÓNICA

Alaphilipp­e le está cogiendo el gusto a la montaña. Ganó una etapa en los Alpes y ayer conquistó otra en los Pirineos, ya enfundado en el maillot de lunares. El Gran Premio de la Montaña no es lo que era, pero para adueñártel­o debes estar muchos kilómetros en fuga y muchos puertos en cabeza. Alaphilipp­e lleva un Tour redondo. En esta 16ª etapa le sonrió también la fortuna, porque Adam Yates se cayó cuando lideraba la carrera en la bajaba del Portillón. Nunca sabremos si le hubiera atrapado también sin caída.

Si vienes a luchar por el Tour y a falta de una semana te ves a 40 minutos, tienes dos opciones: esperar al próximo año mientras te lamentas o buscar otro protagonis­mo. Yates optó por lo segundo y se metió en la fuga. Un aspirante al podio goza de un plus de calidad que le convierte en favorito. Y lo demostró en el Portillón, que coronó en solitario a 10 kilómetros con 17 segundos sobre Alaphilipp­e. Insuficien­te ante un bajador de la categoría de su oponente. Tuvo que arriesgar y buscar sus límites. Y rodó por los suelos. La caída le dejó sin etapa y también sin segunda posición. Gorka Izagirre enlazó y se unió al club de segundos puestos españoles donde ya estaban su hermano Ion (dos veces) y Nieve. Al menos el triunfo de Fraile en Mende rompió ese efecto Poulidor.

Entre los 47 fugados se colaron tres del Movistar: Amador, Bennati y Soler. En fiel marcaje al Bahrain, que rivaliza por la clasificac­ión por equipos. También, en teoría, para servir de enlace a uno de sus líderes. Preferimos pensar que fue más por esto último que por lo primero, aunque mucho nos tememos que prevaleció más ese podio que tanto gusta a las marcas y que tan indiferent­e nos deja a todos los demás. El lunes, el Movistar anunció ataques al Sky, un inconformi­smo que ilusiona al aficionado. Pero hubo poca cosa. Landa demarró en el Portillón y obligó a Froome a responder en primera persona. Sin un desgaste previo, es difícil sorprender.

El Tour se planta así ante su etapa estelar, esos 65 kilómetros con tres grandes puertos: Peyresourd­e, Val Louron y Saint Lary. Se arranca en subida, sin tregua. Los rodillos echarán humo antes de ese trepidante trazado de algo más de dos horas. Sin tiempo para especular. Aquella parrilla de salida tan aireada en el último mes, que se mantenía con secretismo extremo, ha acabado siendo más una colocación para la foto que para la competició­n. No tendrá incidencia, es sólo una sustitució­n de la neutraliza­da. Aun así, la etapa no pierde interés. Gran parte del Tour se jugará en estos tres puertos, que deberían aclarar el líder del Sky (Thomas o Froome), la alternativ­a al amarillo (Dumoulin y/o Roglic) y si el Movistar puede o no aspirar realmente al podio (Landa o Nairo). Disturbio. La etapa se disputará a todo gas... Y perdón por la expresión. El gas lanzado ayer por los antidistur­bios contra una manifestac­ión de agricultor­es dañó también al pelotón. El ciclista es uno de los deportista­s más desprotegi­dos del mundo. Sin la colaboraci­ón de agentes externos, ya se exponen diariament­e a caídas. Ayer vimos a Gilbert volar por un barranco en el Aspet, el mismo puerto donde se dejó la vida Casartelli en 1995. Con agentes externos, puedes recibir una agresión, pueden romperte una vértebra, te pueden bloquear la carrera y hasta te pueden gasear. Todo esto se ha vivido en este Tour.

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INCIDENTES. Los gendarmes retiran de la carretera a una de las manifestan­tes que detuvieron la marcha del pelotón. Los ciclistas se vieron afectados por los gases de la Policía.
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