AS (Baleares)

El Barça extravía el DNI

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Otro partido triste. Hay una cueva, no precisamen­te platónica, en la que está cegado el Barcelona. No apela al entusiasmo, no genera confianza en sus armas defensivas, juega con una vulgaridad vergonzant­e. Los destellos que hubo son ahora realizacio­nes opacas, dubitativa­s, en las que no hay ni siquiera la excusa de los palos, ese par de ocasiones que diluyeron en la nada. El Barça está hecho pedazos, como un carnet roto, está roto el compromiso con la calidad. No hay nada, y hasta Messi, la gran esperanza que había en el banquillo, no hizo otra cosa que esfuerzo y ese pase (en una jugada que, es cierto, él improvisó) que remató el último de la plantilla, Munir. Munir, invitado ocasional a una fiesta sin brillo en la que se conmemorab­a un año del partido más triste de la historia, aquel que el Barça jugó a solas con Las Palmas.

Fue tal el descalabro con el que se inició el encuentro que don Luis Suárez, en Carrusel, le puso el cuño que ya serviría para los 93 minutos: el equipo jugaba sin identidad. Messi, además, se fue de sí mismo; no actuó como un buen capitán. Y así, sin identidad, pasó el Barça el partido; una semana que significa la metáfora de un desdén: por el juego, por defender, por centrar, por rematar, por hacer lo que sólo se puede hacer con la sabiduría del entusiasmo. Ante el Athletic no vale el absentismo. Eduardo Berizzo colocó bien a su equipo. Valverde no tuvo en su mano el DNI del Barça y se le fue de las manos el partido como se iba el agua de las cestas de Harry Belafonte.

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