Boca no se llevó lo que pensaba
La primera Superfinal entregó un partido vibrante, entretenido, lleno de alternativas para el análisis futbolístico. River se fue de La Bombonera con la sensación de haber hecho un buen negocio y la ratificación de tener más juego, de ocupar los espacios y mover la pelota con mayor sentido y fluidez que su rival. El silencio de los hinchas en el final y los gritos de Tévez hacia sus compañeros cuando abandonaban la cancha fueron suficientemente elocuentes como para demostrar que Boca no se llevó lo que pensaba. Un empate que supo amargo.
Cuando le preguntaron por una primera reflexión sobre el encuentro, también Schelotto siguió la misma línea: “Tendríamos que haberlo ganado”. No pudo. Porque pese a su inmenso poder anotador –los goles se le caen de los bolsillos aunque no guarden relación con el desarrollo del partido- careció de imaginación para superar el entramado táctico que planteó Gallardo, con tres centrales al principio y con cuatro en el fondo tras el descanso. Y cuando lo logró, en la última jugada, se encontró con Armani,
que hasta ahí llevaba una tarde fallida. Lo levantó dos veces River porque tuvo oportunismo para empatar rápido tras el 1-0 y algo de fortuna para pescar el 2-2 en un centro. Porque contó con Pratto,
el mejor de los 22, y porque tiene más recursos colectivos. La final queda abierta. No estará Borré,
sancionado, y quizás tampoco Pavón, lesionado. Quedan dos semanas. Y mucho por conversar.