AS (Baleares)

Jennifer Pareja “Yo soñé ser olímpica, no lo que el waterpolo me dio”

- P. CAZÓN /

Inicios “Costaba encontrar entrenador. Nadie quería entrenar a las chicas”

Lesiones “A los 18 años sufrí una trombosis. Estuve seis meses con Sintrom”

Cuando era niña, su carpeta era las fotos de la selección de waterpolo masculina plata en Barcelona 92. Empezó a jugarlo en el ‘cachito’ de piscina no ocupado por los chicos. Cuando creció fue plata en Londres, campeona del mundo. Es Jennifer Pareja (Olot, 34 años). Ésta su historia.

➥ ¿Cómo era el waterpolo femenino cuando empezó?

—Yo lo hice en Olot y tuvimos que luchar contra todo para que nos hicieran un equipo. En el club había masculino pero no querían femenino. Nadie quería entrenar a las chicas.

—¿Y cómo entrenaban?

—Pues ocupando los huecos que dejaba el masculino. ¿Los chicos de nueve a diez? Nosotras luego. La piscina grande se la montábamos a ellos. El cachito que sobraba, para nosotras.

—Usted empezó en 1999...

—Y escuché mucho que no era deporte de chicas. Era social. Los equipos que habían destacado eran masculinos. Todas queríamos ser como el del 92.

—Su carpeta eran sus fotos.

—¡Sí! Las chicas en clase iban con los Backstreet Boys y yo con ellos. “¿Estos?”. “Los de waterpolo”. ¡A los guapos los subrayaba! Recuerdo en la Barcelonet­a, ir con el Olot, y perseguirl­es.

—¿Les pedía fotos?

—¡Claro! Que yo era muy friki del waterpolo. A Chava Gómez, Estiarte... Al que pillaba.

—A usted el agua, al principio, le daba miedo...

—Traumático. Iba con mi familia al río y, con el agua por los tobillos, empezaba: “Hipi, hipi”. Me ahogaba. “Pero hija”. “Hipi”.

—¿Cuántos años tenía?

—Cuatro. Mis padres dijeron: “Esta niña empieza a nadar o...”. Y me llevaron al club de Olot.

—¿Se le daba bien?

—Sí. Desde chica fui muy cabezona, competitiv­a. Lo llevo dentro. A los seis años me dan una beca. Había ido a la piscina con mi padre y la entrenador­a chillaba, no quería. Mi padre tuvo que arrastrarm­e por el suelo para tirarme. Y yo: “Que no, que no”.

—¿Cómo le llega el waterpolo?

—No me llega. Cuando me empiezo a interesar es cuando decido jugarlo. Yo estaba bien en natación, iba a campeonato­s... Mi padre me llevaba a la piscina los sábados y el monitor: “Que la vas a quemar”. “¡Si me pide venir!”. Para que me cronometra­ra.

—Fue campeona de España.

—Y de Cataluña, varias veces. Espaldista. Hice el récord de España justo antes de dejarlo. Pero era muy vaga entrenando. Me hundía, dejaba pasar a la gente, pero en los campeonato­s ganaba. Recuerdo, en aquel récord, la entrenador­a de otro equipo: “Que sepas que no lo mereces”. Me tenía manía: sabía que me esforzaba lo mínimo.

—¿Y cómo es el cambio?

—Cuando mis amigas empiezan a hablar de waterpolo, yo viajo sola a los campeonato­s. “Qué aburrido”. Cuando ellas logran hacer equipo dije: “Me voy”.

—¿Y?

—Que nadaba mucho, salía la primera y me quedaba sola ante portería. Cogía el balón y adentro. Me empiezo a interesar cuando veo que me gusta.

—Pero llega al CAR.

—La noche anterior de un OlotSant Feliu me fui a la cama pensando: “Si quiero hacer algo en esto, es mañana”. Ahora hay un sistema de técnicos que van paseando. Entonces no había nada, nadie en las gradas. Pero el entrenador del Sant Feliu era selecciona­dor catalán. Hice ocho goles. Cuando acabó el partido, vino: “¿Te gustaría ir la catalana?”. De ahí pasé a la española y luego al CAR.

—Sólo dos años más tarde.

—Sí. Yo técnicamen­te nunca fui buena. Las piernas toda la vida las puse donde no tocaba, no me elevaba más allá del pecho para chutar... Pero era avispada. Toca coj... Me cogieron por eso.

—¿No se escaqueaba?

—Un año antes de entrar al CAR, me llamaron para ir en natación. Un entrenador, Víctor, me acuerdo. “No estoy hecha para el CAR”, dije. El día que me vio allí con waterpolo: “¿Tú no decías no estar hecha para el CAR?”. “Ya pero esto me gusta”.

—Y cambia su vida.

—Todo. Sobre todo el concepto. “Quiero hacer esto en serio”.

—¿Alguna vez se enfrentó a algún tipo de machismo?

—De pequeña sí. Estaba muy fuerte para ser una niña. “Pareces un tío”. No me afectaba. El brazo era mi herramient­a de trabajo... ¡Pero las camisas del Bershka no me entraban! —Formó parte de la selección que hizo historia.

—Sí, y soy consciente de la transición. Que antes de nosotras hubo muchas. Yo en el Mundial de Barcelona 2003 era la pequeña, hasta el último día no supe si iba. Jugué 13 segundos. ¡13! De esa generación aprendí.

—¿Por qué?

—Tenían la misma implicació­n pero jugando un Mundial y salir del agua para irse a trabajar.

—¿Todas?

—Sí. O estudiaban o las mantenían o trabajaban. Todas. Había farmacéuti­cas, profesoras. El deporte lo marcan los éxitos, nos quedamos con eso, pero yo a veces tiro para atrás, a ellas.

—¿Cómo eran?

—Con la misma pasión, sin recibir nada. Que nosotras hemos podido vivir de ello. Ellas no. —¿Quién era su referente?

—Merce Vallés, que jugaba en mi posición. Y Eli Fuerte, capitana, súper estricta y muy seria. Patricia del Soto, que en la habitación se ponía a lanzar pelotas, para entrenar el pase. Ana Ramírez, que le operaron la mano antes del Preolímpic­o de 2004 y a una semana dijo: “Sacadme los clavos, juego”. Cristina Hongo me ayudó mucho en defensa.

—¿Por?

—Porque cuando entras a la selección y no tienes el rodaje es lo que más cuesta. Yo durante años tuve la sensación de no saber defender, que sólo atacaba.

—Los primeros Juegos que recuerda son Barcelona.

—Vagamente. A Cacho. Y decir: “Yo quiero eso”. “Sí, tú sigue nadando anda...”, dijeron en casa.

—¿Entendiero­n que lo dejara por el waterpolo?

—No me dejaban. Tuve que hacer que me echaran.

—¿Cómo?

—Decía que me dejaba el bañador en casa, por ejemplo. Hasta que la entrenador­a compró uno. “Toma”. “Jod...”. Un día me vino el presidente. “Lo siguiente es que te echemos”. “No os paséis, que esto era tirar de la cuerda para que me dejárais hacer waterpolo”. Y me permitiero­n hacer ambos hasta irme al CAR.

—¿Cómo llegó al Sabadell?

—El primer año en Olot, me llega una oferta, pero me faltaba un paso. No podía ir del Olot al Sabadell, es como ir del Huesca al Madrid. Hay un medio, el Espanyol. Me faltaba llevar la responsabi­lidad, saber hacerlo. Fui tres años al Sant Feliu y en 2005 me volvió a llamar el Sabadell.

—¿Cobraba del waterpolo?

—Entonces no. Fue al irme del Sabadell, tres años más tarde, cuando me lo ofrecen. “Te íbamos a pagar...”. 150 euros. Pero me marché al Mediterran­i. Chocaba mucho con el entrenador.

—¿Sin ganar nada?

—Cero. Pero en el Mediterran­i tuve un entrenador de exprimir al máximo, llevarte al límite. Aprendí mucho. Fueron tres años muy chulos. Ganamos una Liga, contra todo pronóstico. Y me reficha el Sabadell, ya con contrato.

—¿Y ya vive del waterpolo?

—Ya cambia un poco todo. Con la Especial ADO, una ayuda sin

habernos ganado la beca, como equipo con proyección, y lo poco que nos daban en el Sabadell.

—Siempre se lesionó mucho.

—A mí me cambió el cuerpo en 2002. Pasé de 50 kilos a 61. El brazo se me dormía, se hinchaba. No sabían por qué. Un día se lo conté a la doctora de la selección. “Al bascular”. “¿Al bascular?”. Tenía una trombosis en la vena subclavia. El doctor dijo a mis padres: “Debe dejar el waterpolo”. Yo lo oí: “No, no”. Llamé a mi entrenador­a, Mar Sanromá, se lo dije. Dio la casualidad que Mateo Garralda, de balonmano, salía de lo mismo. Me llevó a su médico. Estuve seis meses con Sintrom, con 18 años. Siempre fui muy pupas.

—¿Sí?

—Cuando nos vamos a Zagreb, al Europeo, me pongo malísima y me operan de una apendiciti­s que se complica. ¡Diez días ingresada con seis abuelas hablando croata! Me consoló pensar en el Mundial del año siguiente. Pero a una semana, me rompo la mano. Me planteo dejarlo. El cuerpo me decía basta. Las señales. Quedaba un año para el Preolímpic­o. “Dale una oportunida­d más y si no te clasificas para Londres pues...”. Pues que se hubiera acabado.

—Lo que vino le cambió la vida.

—Los tres mejores años de mi carrera, sin duda.

—¿Por qué cambia Miki Oca la selección?

—Porque consigue que tengamos fe ciega en lo que dice. Revolucion­a cómo entenderlo, vivirlo. Hacía sentir importante hasta a quien jugaba 13 segundos. Eso y dos resultados. Ganar por primera vez a Estados Unidos:

“Si lo hicimos una vez...”. Ahí empezó el equipo a creérselo.

—Y en ese Preolímpic­o, se clasifican para Londres.

—Lo sentía mi última oportunida­d. La noche antes del partido clave puse al resto un mensaje. “No sé cuántas oportunida­des os quedarán, sólo os pido que penséis que, hasta volver a aquí, pueden pasar cuatro años”.

—Y lo lograron.

—Eso fue... A falta de un minuto todas llorando en el agua. “Lohe-mos-con-se-gui-do”. Luego tuve un miedo atroz a lesionarme. “No me puedo perder esto”. —Esto, unos Juegos, Londres.

—Me acuerdo bajarnos en la Villa, mirar hacia arriba y pensar: “La Virgen, estoy aquí”.

—¿Con quién conectaba mejor en el agua?

—Con Maika, cien por cien. Era dar un pase y pensar: “Sólo lo va a ver Maika”. Y lo veía.

—¿Anécdotas?

—Yo en Londres tenía dos misiones: jugar a waterpolo y una foto con Kobe Bryant (ríe).

—¿La logró?

—¡En la inauguraci­ón! Vimos a la selección americana en la pantalla y recorrimos el estadio hasta localizarl­a. ¡Qué momentazo! Subidones a cada paso.

—Como el día de la semifinal, con el vídeo de sus familias.

—Ese día fue brutal. Lo que se generó en esa habitación.

—Cuente...

—Habíamos tenido la reunión por la mañana. Vídeo y táctica. Nos llega un mensaje, “Vídeo”, dos horas antes del partido. “¿Otro?”. Al llegar, sale una diapositiv­a con el inicio de La Guerra de las Galaxias y: “Laura Ester”. Aparece su familia. La de todas. Uf. Cuando acabó, Miki dijo: “Ahora a disfrutarl­o, por ellos y vosotras”. Salimos de allí llorando… ¡Y nos encontramo­s a Pau y Marc Gasol con la selección de baloncesto americana en la puerta! Cada día intentando verla y ahí estaba. “No jod...”.

¡Quién se iba a parar! “Tira, que nos mata” (ríe). Yo porque tenía la de Kobe y Lebron. Que si no...

—Nadie contaba con su medalla en aquellos Juegos...

—Fuimos con la sensación de que estaba hecho por estar, pero ganas de ir cada partido a saco.

—Y van pasando y…

—Y te plantas en una semifinal olímpica. “¡Coñ..., que me queda uno para lograr medalla sí o sí”. La final no supimos jugarla. Nunca entramos. Fue un bajón hasta que Miki dijo: “No sé si sois consciente­s de que sois subcampeon­as olímpicas”. Y era verdad. Londres fue muy grande. Estar allí. La medalla.

—Cambió su waterpolo.

—El número de licencias, la repercusió­n.

—Y al año, 2013, ganan el Mundial de Barcelona.

—Tras Londres nos quedó una sensación a todas: “Se nos ha escapado un oro olímpico”. Y el Mundial era la oportunida­d. En casa, el público, la piscina.

—¿El partido más difícil?

—A nivel de presión, el de cuartos, ante Estados Unidos. “No quiero jugarlo: como perdamos se acaba aquí”. Luego fue uno de los mejores. Ganar, lo que supuso. “Si eliminamos a Estados Unidos, el Mundial es nuestro”.

—Y lo fue.

—Yo soñé ser olímpica, no esto. Lo que la realidad superó. Y en 2013 me eligen mejor jugadora del mundo, en 2014 somos oro en el Europeo. “Vale, ahora ya sí”, pensé. Todo. Mi sacrificio, el de mi familia, las cosas que había dejado de hacer. Ahí estaba.

—Pero llega Río y, de pronto, Miki la deja fuera.

—El peor momento de mi vida.

—¿Por inesperado?

—Por inesperado, porque creía que no lo merecía, por la forma. Porque eran otros Juegos. Porque esto acababa de verdad.

—¿No lo vio venir?

—No. Yo bajé el rendimient­o, lo reconozco. Pero venía de ser mejor jugadora del mundo, de Europa, campeona de todo… Nadie se mantiene ahí. Aquel año había sido máxima goleadora de Liga. No me arrastraba.

—¿Cuándo se lo dijo?

—Dos meses antes. No voy a decir qué. A lo mejor un día cuadra, o no. Me lo comí sola. Gané la liga sabiéndolo. Pero no quería preocupar a nadie. Y también tenía la esperanza de que al final no fuera así.

—Se ofreció para ir a Río a llevar aunque fuese el agua.

—O a colocar los bañadores.

—¿No ha vuelto a tener relación con él?

—No. Lo pasé mal realmente. Se desvaneció mi vida, de golpe. Y hay que tener la cabeza muy bien amueblada y yo doy las gracias de tenerla. Pero mi familia no merecía pasarlo así. Me llamaban cada diez minutos. “Jenny, ¿estás bien?, ¿estás sola?”. No he llorado más en mi vida. Toqué fondo ocho meses, fui al psicólogo. Nosotros vivimos en una

put… burbuja y, de pronto, explota. Peor. Tú sales y sigue, sin ti.

—Y de pronto un día llama Iberdrola a su puerta.

—Y ahí dije: “Venga, para arriba”. Y me ha vuelto a ilusionar lo que hago. Me daba pánico que nada volviera a hacerlo como el waterpolo. No viviré nunca algo así. Y no lo pretendo. Emociones al techo, bajones. La vida normal es mucho más plana. Pero ahora me ilusiona lo que hago, y eso sirve. Puedo ya ver waterpolo.

—¿Tardó mucho en volver a meterse en una piscina?

—Mucho. Pero porque no quiero. Me metí un día en un clínic y ya... No he vuelto a tocar un balón. No quiero volver a sufrir con el waterpolo. No quiero que me despierte nada. Hago de todo. Pádel, corro, pero waterpolo no.

—Y en 2018 llega al CSD...

—Soy asesora de la presidenta. Todo lo que pueda ayudar desde la visión del deportista. No puedo evitarlo. Y quien está por encima de mí tampoco. María José (Rienda) y Conchi (Bellorín).

—Lo que es un paso para el deporte femenino.

—Lo hemos vivido desde dentro. Da una perspectiv­a diferente.

—¿Cuándo le llamó Rienda?

—Miedo. Decía: “Si ahora estoy bien”. En Iberdrola. Pero a la vez me ilusionaba. Tiré de mi familia. Y mi padre, súper conservado­r: “Tira”. ¿Tira? ¿Dónde? Yo pensé que me frenaría. Le llamaba mi parte de miedo. ¡Si se pasó dos semanas sin hablarme al dejar la natación! Pero dijo: “Tira”. Y yo también quería. Tirar, aprender. Estos dos años son la carrera universita­ria que siempre me arrepentí de no hacer.

Londres “Yo allí tenía dos misiones: el waterpolo y una foto con Kobe Bryant”

Retirado “Ha sido el peor momento de mi vida. Por inesperado, porque esto se acababa”

 ??  ?? 2012. Jenni (círculo amarillo) y la selección femenina de waterpolo que logró la plata olímpica en Londres.
2012. Jenni (círculo amarillo) y la selección femenina de waterpolo que logró la plata olímpica en Londres.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain