AS (Baleares)

El ‘Caso Dembélé’ destapa el caos del Barça

El francés acabó con dolores el viernes y el sábado no se presentó a las pruebas porque tenía cerradas unas vacaciones

- S. GIMÉNEZ / J. MIGUEL BARCELONA

Hace tiempo que nadie se impone a la voluntad de los jugadores

La lesión de Dembélé, más allá de su impacto futbolísti­co, desnuda algunas situacione­s en el vestuario que son el resultado de una política deportiva errática.

No ha hecho falta ni que el capitán saliera a comer para que los marineros tomaran el barco. El Barcelona vive sumido desde hace tiempo en un caos que se vio expuesto al mundo en cuanto se supieron los detalles de la última lesión de Dembélé y que retrata la falta de autoridad de la entidad sobre unos jugadores que se saben los reyes del mambo.

Empecemos por la lesión del francés, que supone un acto que une la indiscipli­na con la irresponsa­bilidad. Dembélé sintió unas molestias en la parte posterior de su muslo izquierdo al final del partido en San Mamés. Xavier Yanguas, médico del primer equipo se dio cuenta y le preguntó si todo iba bien. Pulgar arriba del extremo. Cuando acabó el partido, el galeno, que conoce de que pie cojea el pollo (nunca mejor dicho) se dirigió a Dembélé para preguntarl­e. “Una rampa, tranquilo”. Yanguas quiso curarse en salud y le instó a realizar una ecografía el día siguiente teniendo en cuenta el historial del jugador en esa zona, que podría ser un compendio de medicina deportiva, pero el delantero insistió que no era nada y le prometió que si le dolía, al día siguiente llamaría para pasar las pruebas.

No se sabe si dolía o no, lo cierto es que nadie llamó. Se ve que las pruebas del sábado coincidían con un viaje de fin de semana cerrado. Unas versiones apuntan a Senegal, Otras a Rennes. De hecho, el mismo día, Suárez, lesionado en el sóleo, tomó rumbo a Marrakech de vacaciones.

No se vayan, que hay más, falta el último capítulo. Tras disfrutar de dos días y medio libres, Dembélé llegó al entrenamie­nto sin decir esta boca es mía. Todo parecía bajo control. De hecho, empezó como si tal cosa. Hasta que los dolores en la parte posterior de su muslo izquierdo le obligaron a parar y dar por concluida la sesión, ante la mirada estupefact­a de

Bartomeu junto a Masferrer, Grau y Abidal. Valverde que no entendía nada. Las pruebas confirmaro­n una rotura fibrilar de más de cuatro centímetro­s en el bíceps femoral de la pierna izquierda. Cinco semanas de baja.

No es la primera vez que pasa con Dembélé, de quien tanto el técnico como los compañeros hablaban maravillas durante el verano asegurando que “ha cambiado”. Pero tampoco es la primera vez que se echa en falta en el vestuario una autoridad que mantenga una cierta disciplina.

Puede que el primer síntoma de esta nueva era de la autocompla­cencia se viviera claramente hace dos temporadas cuando los jugadores amenazaron con no subir al avión para viajar a Sudáfrica para jugar un partido en homenaje al centenario de Mandela. Hasta que los futbolista­s no recibieron el pago por el viaje no fueron al aeropuerto.

Eso pasó en mayo de 2018 y ya nadie se erigió con la autoridad para tomar las riendas. Claro, que tampoco nadie ha tenido tiempo. En este período han sido destituido­s dos directores deportivos y el vicepresid­ente deportivo ha acabado dimitiendo. La plantilla sabe que puede hacer y deshacer, pedir fichajes o poner mala cara, que el palco escuchará. Ahora, planea la idea de recuperar a Carles Puyol, referente indiscutib­le, para que llegue a poner orden.

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CONFESIONE­S. Dembélé, en el momento de reconocer su lesión a los técnicos.

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