Lim reniega del Valencia campeón
Pensaba, iluso de mí, que el Valencia de Peter Lim había llegado al clímax en su oda a la esquizofrenia en los meses con Gary Neville. Pensaba, iluso de mí, que la confianza en la gestión de Mateu Alemany iba a ser perenne. Pensaba, iluso de mí, que
Marcelino se había ganado con hechos y un título poder dar su opinión. Pensaba, iluso de mí, que Peter Lim había aprendido de sus errores, que
se había dado cuenta de que este negocio del fútbol tiene sus leyes, sus tiempos. Incluso llegué a pensar, torpe de mí, que tras ganar la Copa del Rey, quizás Lim se viniera arriba y quisiera más y más y requete más... Sin embargo, con el despido ayer de Marcelino lo que demostró Lim es que reniega de ese Valencia campeón que ellos, Alemany y Marcelino, le habían creado, con lo difícil que eso es, en sólo dos años.
Ninguna culpa de ello tiene Albert Celades, quien seguro pondrá todo de su parte para que su periplo blanquinegro esté a la altura de la historia del Valencia y que contará con el apoyo del valencianismo porque a fin de cuentas desde ayer es su entrenador. Pero hasta el propio Celades sabe que no es normal lo que acaba de suceder por
Mestalla; que con los códigos del fútbol en la mano no tiene
razón de ser la destitución de Marcelino; porque no es sólo el adiós de un entrenador lo que encargó Peter Lim. Lo que el dueño ideó durante el verano y ejecutó ayer es la descomposición de un proyecto que funcionaba y que prometía dar más alegrías a su afición; un proyecto en el que creían los principales actores de esta película, unos futbolistas que si el mercado siguiera abierto gritarían: “Sálvese quien pueda”.