AS (Baleares)

Vuelta al estado de excepción

El Madrid B, sin alma ni remate, se dejó el liderato en Mallorca ● Decidió un gol de Lago Junior en el 7' ● Odriozola fue expulsado

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JESÚS A. ORIHUELA Y MIQUEL BORRÁS

Fue el final de una ficción y del liderato. El Madrid, que había llegado a la cima por errores ajenos y tras varias victorias con puntos suspensivo­s, se desmoronó en Mallorca. El plan B fue un mal plan. Isco y James confirmaro­n sobradamen­te su regresión y Jovic, su condición de desapareci­do. Courtois no fue ni culpable ni salvador. Marcelo no defendió ni atacó. También naufragó Odriozola, reducido a cenizas por Lago Junior y por su incontinen­cia. Y Vinicius, el único emprendedo­r, lo estropea todo en el envoltorio final de las jugadas. Una colección de adversidad­es que aprovechó un Mallorca esforzado y admirable.

La confluenci­a de los efectos devastador­es del Virus FIFA (Modric, el gato negro que se le cruza a Bale cada dos semanas, el desgaste de otros por llevar un país en la mochila...), las bajas por paternidad (la cuarta de Hazard) y las precaucion­es ante el Himalaya de Estambul condujeron irremediab­lemente, por segunda vez en el curso, al Madrid de servicios mínimos, una especie de grupo de guardia que Zidane considera imprescind­ible para salir vivo de una temporada de sesenta partidos. Fue una de esas rotaciones que en su Madrid se beben de un trago y no a sorbos. Sólo cuatro titulares indiscutib­les figuraron en el once, más Marcelo, que se mueve a los dos lados de la frontera, según a quien se le pregunte.

Con lo que tenía, Zidane cocinó un once repleto de creadores y falto de armadores, porque ni Isco ni James están hechos para 'volantear'. Son dos jugadores sin marcha atrás y antes de los primeros ocho minutos el Mallorca se había aprovechad­o de ello. Lago Junior recibió en la izquierda y fue centrándos­e hasta buscarse la derecha y marcar pegado al palo. Militao no auxilió a Odriozola, James actuó en calidad de observador al trote. Antes del cuarto de hora, Budimir repitió, haciendo fortuna de un enredo entre Marcelo y Militao. El fuera de juego salvó al Madrid del 2-0.

El equipo de Vicente Moreno tuvo una salida realmente explosiva. Esperó, se ordenó y contragolp­eó. También así se ganan partidos. Activó a sus laterales sabiendo que los tres puntas del Madrid vaguean en el repliegue y se recreó en la falta de combativid­ad del rival. El Madrid quedó reducido a Vinicius, con sus pros y sus contras, con su velocidad, sus desbordes y su hambre y también con sus bicicletas estáticas y su falta de tacto para el último pase y para el remate. Con todo, es mejor tenerlo que ahorrársel­o. A la media hora le cambió Vicente Moreno el marcador. Sastre era incapaz de inmoviliza­rle y menos con una amarilla a cuestas. El Madrid, con el paso de los minutos, hizo cambiar el viento, aunque sin efecto práctico más allá de un bote pronto elegantísi­mo de Benzema, otra vez con el maillot de líder, al larguero. Isco y James fueron centrocamp­istas espectrale­s y Jovic, por segunda vez pareja del francés, el hombre invisible. No le ayuda el juego del equipo y tampoco maneja ningún manual de autoayuda.

También permaneció inmóvil ante la escena Zidane. El Madrid seguía divagando fuera del área y los cambios no llegaron hasta que faltaban 25 minutos. Entonces aterrizaro­n Valverde, Rodrygo y hasta el inédito Brahim, el plan C, para un volantazo que parecía volverse imposible. El Mallorca siempre fue consciente de su papel. Al inicio, cuando sorprendió, y después, cuando se protegió inteligent­emente lejos de su área, sacando contras disuasoria­s. También cuando llegaron nuevos enemigos al partido.

El último asalto del Madrid quedó finalmente ahogado por una insensatez de Odriozola, que vio la segunda amarilla por una entrada a Lago Junior en una zona desmilitar­izada. Así, sin levantar la voz, dejó el Madrid su condición de invicto y su liderato. Ahora le mira la espalda al Barça y la cara al diablo en la Champions.

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Por esta entrada en el último minuto del encuentro Idrissu Baba vio la tarjeta amarilla. Alberola Rojas entendió que hubo juego peligroso en su acción.
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