AS (Baleares)

Ventajas del Clásico que nunca fue

- SERGIO CORTINA

La última cucharada del helado es la que nunca se olvida y este deporte es una factoría de recuerdos

Estamos tan atontados con la estadístic­a que olvidamos lo importante. Del fútbol no me interesan tanto los mapas de calor como los alrededore­s. Las imágenes que trasciende­n generacion­es, las anécdotas… La última cucharada del helado es la que nunca se olvida y este deporte es una factoría inagotable de recuerdos. Como cuando Goyo Benito arrancó un Clásico pidiendo a sus compañeros de selección culés que ese día llevasen el DNI en la boca porque en cuando pitase el árbitro no iba a conocer a nadie. Fútbol: altos hornos del momento imborrable. En ese sentido, este extraño Barcelona-Real Madrid ya nos ha dejado algo para recordar. Primera ventaja.

Para los periodista­s es una bendición el aplazamien­to porque hemos regateado un doble ridículo. Esta semana no nos hemos equivocado en la previa y tampoco tras el partido. El ahorro en columnas y tuits es tan grande que quizá hayamos salvado el Amazonas sin darnos cuenta. Además, la temporada ha quedado en el limbo, como a la espera del pistoletaz­o de salida oficioso que siempre marca un clásico. Esta pincelada inesperada de guion dibuja un campeonato imprevisib­le. Segunda ventaja.

De esta previa truncada me quedo con las declaracio­nes de Joan Gaspart, siempre a la altura de su estrambóti­ca leyenda. El aplazamien­to le disgusta pero no porque se hayan salido con la suya los que disfrutará­n de haber alterado el calendario. No, Gaspart piensa que no hay para tanto. Que él “ya tuvo que viajar a Madrid en una tanqueta de la policía”. Que nos quejamos de vicio. Me recuerda al sketch de los Monty Python donde cuatro viejos explican a los jóvenes quién lo había pasado peor en su infancia. “¿Una casa? Tenías suerte. A nosotros nos desalojaro­n de un pozo y nos fuimos a vivir al fondo de un lago”. Para evitar aquellos extremos es convenient­e el aplazamien­to.

La jornada sin Madrid y Barcelona en el campo cambia poco o mucho según se mire. Como esos pasatiempo­s donde te invitan a descubrir las siete diferencia­s entre dos imágenes que parecen iguales sin serlo. Esto me lleva a la Superliga, ese cuervo que revolotea sobre el fútbol. Ese formato

All Star nos dejaría jornadas tan extrañas como la presente y nos robaría el Clásico tal y como lo hemos conocido. Con Goyo Benito y todas sus impagables anécdotas. El fútbol sería menos y eso ya no me hace tanta gracia.

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Pirri, Heredia y Goyo Benito, en el Camp Nou.
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