AS (Baleares)

Correa pone paz

El argentino asistió a Saúl y Morata en los goles ● Koke, ovacionado ● El Athletic, de más a menos

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO JESÚS RUBIO, CHEMA DÍAZ, PEPE ANDRÉS Y JAVIER GANDUL

Había caído la tarde ya en el Metropolit­ano y, antes de que el balón comenzara a rodar el estadio ya era un grito unánime: “Kokeee”. Un Kokeee infinito, ovacionado por todos. Koke capitán, Koke escudo, Koke que agradece levantando la mano antes de medirse a los otros leones, los de la hierba, el Athletic. El único pito que en ese momento se escucha es el del silbato del árbitro. El partido comienza y, antes de que rompa a sudar, es otro rojiblanco el que alza el brazo, Jan Oblak, y menos mal. Iñigo Martínez lleva en la frente el goool en el primer córner que el Athletic lanza en el partido. Lo raspó el portero con las yemas de los dedos de su gachetobra­zo para enviarlo fuera, el milagro de cada partido en el minuto dos. Los leones de la hierba habían salido con las uñas afiladas.

Vertical, con Williams como referencia arriba. Amenazaba con centros de Capa, con balones de Raúl García a Williams en los que Hermoso despejaba de cabeza jugándose el pellejo. El Atlético parecía que iba a filmar su película de todos los sábados, Atrapado en el Metropolit­ano, día de la marmota infinito. La parada de Oblak ya había asomado. Ahora vendría el rato de masticar arena. Su único juego eran balones largos buscando a Morata, pero siempre le encontraba­n en fuera de juego. Su compañero en la noche no era Costa sino Correa. Buscaba así goles el Cholo. Y le salió perfecto.

Correa, tantas veces también cuestionad­o, tiene algo que decide partidos: clase, intención, destellos en medio del barrio. El gol fue de Saúl pero en cuanto el balón se estampó en la red, todos los compañeros corrieron a felicitar al argentino. Había nacido en él. Cuerpeó a Unai Núñez en esa jugada tan suya, revolverse como quien baila vals, controló y dentro del área, tras otro quiebro y sentar a cuatro defensas, sintió como Saúl venía por detrás, con la pierna cargada: 210 días después se reencontra­ba con el gol, días de dudas y runrunes también. Simeone tenía el partido en su mano. Un disparo a puerta, un gol. La efectivida­d es el género que mejor le sale.

El Atleti había dejado atrás la arena y era salir en tres toques, transicion­es rápidas. El Athletic amenazaba a balón parado y con ese viejo conocido que el Metropolit­ano mira y le cuesta no aplaudir, tan suyo es aunque ahora 180’ al año sea un rival, Rulo. Antes de que llegara el descanso, Oblak sumaba otra parada a sus guantes y Koke le quitaba a Williams un gol de la bota con la puntera. En el Metropolit­ano sólo se oían aplausos.

Tras el reposo Correa siguió poniéndole la música al juego y Morata la intención y las ocasiones, aunque siempre se nublara al final. El partido de Lemar era para ponerle un marco, segundo seguido, enorme por dentro, con más pase que desborde. Esto también es cholismo: brotes verdes hasta en lo que parecía un erial.

Miró el Cholo atrás, en su banquillo, justo después de que Muniain sacara la lima para afilar al Athletic con una volea que se estampó en el lateral de la red. En lo que tardaron Herrera y Costa en entrar al partido Koke cocinó, Correa asistió y Morata sopló todas las nubes sobre sus botas. 2-0. Los dos últimos ya podían irse al banquillo. Garitano se quedaba sin lima, sin uñas y sin ideas.

Al partido aún le quedaba media hora, y el regreso de Vitolo, el ‘sigue buscando’ de Costa en el gol y el pasar de los minutos para nada, otro clásico del Cholo, pero poco más ocurrió que un testarazo fuera de Saúl. El The End había sido esa foto, la del minuto 63. El abrazo de sus jugadores en el córner, Koke en el centro. Koke capitán, Koke escudo, Koke que agradece el aplauso del público levantando un dedo, palmeándos­e el escudo en el pecho. El Atleti duerme colíder en este sábado sin Clásico. Todos los leones domados. Y los demonios también.

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Correa corre perseguido por Lemar para celebrar el 1-0 del Atlético ante el Athletic: lo marcó Saúl pero salió de su bota, tras una gran jugada en la que sentó a la defensa bilbaína.
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