AS (Baleares)

Campanada Mundial

Una Inglaterra colosal tumba a los All Blacks (19-7) y jugará la cuarta final mundialist­a de su historia

- JORGE NOGUERA

Dominio Inglaterra conquistó el oval y el territorio y dio un clínic defensivo

No habrá un tercer Mundial seguido para Nueva Zelanda, ni champán y rosas en las despedidas de Steve Hansen y Kieran Read, técnico y capitán que aspiraban a apuntalar aún más su legado antes de decir adiós a la selección nacional. Se cruzó en su camino una Inglaterra colosal, catedralic­ia, que estará en la final por cuarta vez en su historia tras dar un clínic defensivo en Yokohama (19-7).

Eddie Jones, el australian­o que tomó las riendas de la Rosa tras el batacazo de 2015, tenía un plan: ganar la batalla psicológic­a fuera del campo, a lo que dedicó toda la semana, y la física sobre el verde, con Curry, Underhill e Itoje como punta de lanza para tumbar de una vez por todas a los oceánicos en un Mundial. No defraudaro­n sus pitbulls, con una fiereza en el placaje (31 entre los tres) y la conquista (7 pérdidas provocadas) directamen­te proporcion­al INGLATERRA (10+9): M. Vunipola, George, Sinckler, Itoje, Lawes, Curry, Underhill, B. Vunipola, Youngs, Ford, May, Farrell, Tuilagi, Watson y Daly –también jugaron– Cole, Marler, Cowan-Dickie, Kruis, Wilson, Heinz, Slade y Joseph. Ensayos: Tuilagi (2’). Conversion­es: Farrell (3’). Castigos: Ford (40’, 50’, 63’ y 69’). N. ZELANDA (0+7): Moody, Taylor, Laulala, Retallick, Whitelock, S. Barrett, Savea, Read, Smith, Mo’unga, Bridge, Lienert-Brown, Goodhue, Reece y S. Barrett –también jugaron– Coles, Tu’ungafasi, Ta’avao, Tuipulotu, Cane, Perenara, Williams y J. Barrett. Ensayos: Savea (57’). Conversion­es: Mo’unga (58’). al desprecio que parecen sentir por su integridad física. Tres Coyotes suicidas de 21, 23 y 24 años empeñados en cazar al Correcamin­os.

El primer minuto ya fue una declaració­n de intencione­s. Una haka más agresiva que de costumbre recibida por los ingleses en formación de punta de flecha. Farrell desafió con una sonrisa socarrona y arrancó el partido. Touch inglesa, oval al otro costado, donde se estrellaro­n por primera vez Tuilagi y Watson, y fases por el centro hasta que Tuilagi, de nuevo, se coló para posar el primero.

Un golpe de salida que ya no remontaría Nueva Zelanda, desnortada sin dos de sus brújulas, Aaron Smith y Beauden Barrett. Uno, acosado sin tregua y el segundo, desapareci­do sin balones para entrar en juego. Los “orcos blancos”, así les definió la prensa anglosajon­a durante la era Lancaster, estrangula­ron el rugby total de los All Blacks. Los inventores de este deporte conquistar­on el oval (56% de posesión) y el campo (61% del juego en el contrario), y dieron una lección al equipo que más se ha acercado a la perfección. 10-0 al descanso con un ensayo anulado a Underhill por una pantalla.

Deriva Nueva Zelanda, 19 pérdidas, cayó en la maraña inglesa

En un último arrebato de capitán, antes de amanecer la segunda parte, Kieran Read reunió a sus tropas para una arenga final que sugería un arreón negro de los que no dejan prisionero­s. En lugar de eso, y tras otro posado anulado por un adelantado en un maul inglés, Nueva Zelanda se perdió sin remedio en la tela de araña de su rival y acumuló hasta 19 pérdidas. Los golpes de castigo cayeron poco a poco y George Ford, apuesta de Eddie Jones en el 10 y quirúrgico todo el partido, pasó tres de ellos para el 19-7.

Quedaron diez minutos por delante para admirar la gesta inglesa y ver a los All Blacks descompone­rse, con Barrett corriendo como un pollo sin cabeza o Whitelock ajustician­do a Farrell con un manotazo de época en una abierta. Todo bajo la atenta mirada de Eddie Jones en su atalaya. Humanizó a un equipo que traía dos Mundiales seguidos bajo el brazo y 43 victorias en 51 partidos del ciclo mundialist­a. Y todo con una media sonrisa en la cara.

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Los All Blacks ejecutan la haka, la danza tradiciona­l maorí que escenifica­n antes de cada partido, ante un equipo inglés dispuesto en punta de flecha ayer en Yokohama.
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