AS (Baleares)

Lucas enfría al Atleti

Un zurdazo del ariete del Alavés empató en el 82’ el gol de Morata ● El Atleti sólo quiso en la segunda parte

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO CHEMA DÍAZ Y PAULINO ORIBE

Apretaba fuerte los tres puntos Simeone en ese momento, cuando Lucas Pérez agarró ese balón. Lucas que corre, Lucas que controla, Lucas que se escabulle de Lodi y Saúl (el último apercibido, una amarilla era perderse el Pizjuán), Lucas que posa los ojos en la escuadra derecha de la portería de Oblak. Allí enviará el balón. Con un zurdazo inapelable, inalcanzab­le. El goool de Mendizorro­za le arrancaba dos puntos de la mano a Simeone. Otro día más. Era el 82’. De empate en empate se hace difícil perseguir Ligas.

Desde el principio el partido fue trabado. Con muchas disputadas, tarascadas y manotazos, sin llegadas a las áreas. Es capaz el Alavés de espesar en su campo la hierba hasta convertirl­a en un callejón estrecho lleno de semáforos en rojo, sin resquicios. El dominio con el que saltó el Atleti duró lo que el balón rosa a esta Liga: reservado a la nieve, ayer era el blanco el que iba y venía.

Si Garitano saltaba sin cambios, los mismos once hombres de inicio en los últimos tres partidos, el Atleti lo hizo cambiado. La pareja en la punta de nuevo rota, Costa titular junto a Correa. Lo mismo dio. Fue otro día más del de Lagarto persiguien­do sombras: la insistenci­a del Cholo en ponerle comienza a parecer un harakiri televisado. Morata esperaría sentado, como otros fijos, Koke y Thomas. Varios ‘no habituales’ llenaban la hierba. Por ejemplo Herrera, Arias, de repente Llorente, que en este estadio se había hecho mayor. Y casi se planta en las duchas sólo quince minutos después, después de una entrada por detrás, al talón, sobre Lucas. Vio amarilla, pudo ser roja. Llegaba tarde, llegaba mal, siguió perdido, mucho; sus días en el Atleti están lejos, muy lejos, de aquellos felices en Mendizorro­za.

El partido rascaba como una lija y ahí creció el Alavés, que tenía el dominio y el juego directo. Simeone se desgañitab­a al ver cómo su equipo se iba atascando en todos esos semáforos cerrados dispuestos por Garitano. Ni un metro ganado, ni una jugada, un horror esa dupla Llorente y Herrera. El Atleti, asfixiado, perdido, sobrevivía por Felipe y Hermoso, que no dejaban de achicar agua en el área. Y córners. Y ocasiones.

Cuando llegó el descanso, Pacheco hubiera podido ser una foto. Ni una vez se había acercado el Atleti para comprobar si existía, si era real. Simeone cambió el rumbo en la caseta. Llorente, en efecto, se quedaba en las duchas, a la hierba Thomas. El partido ya era otro cuando los pies del ghanés pisaron el verde. Y eso que en la primera pelota que tocó le regaló un balón a Lucas que terminó afeitando el poste de Oblak. Sólo sería el último estertor de lo que había sido la primera parte rojiblanca. Pasado el susto, comenzó la partey. Ya había perdido demasiado tiempo el Atleti, 45 minutos otra vez, 45 minutos en los que Costa tocó más veces a Laguardia que balones. Pero ahora estaba Thomas en la hierba y a sus lomos se subió el equipo, insistiend­o por la izquierda, fiado a las carreras de Lodi. Ya sólo faltaban ocasiones.

A la hora, Simeone reunía en la hierba a Morata con Costa pero sólo duró diez minutos. En el momento en el que Costa se iba del partido, entraba Koke e iniciaba Oblak el juego, la pelota le llegaba a Correa. Dèjá vu del sábado, el Athletic. Entre todas las piernas, filtró el argentino el balón a Morata para dejarle solo ante el portero. Gol. Todo el fortín de Garitano derruido en la primera pelota que tocaba. Pudo sentenciar el mismo Morata un minuto después pero remató centrado, al portero. Maniobró Thomas en el rechace, disparó Correa, Pacheco de nuevo. Qué difícil es encontrarl­e un agujero.

Casi como a Oblak. Lo logró Lucas sólo cuando el Atleti dio su habitual paso atrás. Había evitado ya Arias el gol de Burke, en un lanzamient­o de falta, pero ya nadie pudo detener a Lucas mientras pulverizab­a el código binario al que ya se abrazaba el Cholo. Dejándole frío, casi tanto como a la Liga que lleva.

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Lucas Pérez alza los brazos para celebrar ese gol que acaba de marcar. Ha sido el 1-1, es el empate. Ese que tiene como nube negra Correa en los ojos mientras se lleva la mano a la cara.
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