La F1 es un trabajo de equipo
En la Fórmula 1 un piloto sube los domingos a un monoplaza, se juega el bigote e intenta hacerlo lo mejor posible. Es el gran protagonista, con frecuencia el héroe y en ocasiones quizá el villano. Pero nunca está solo. El automovilismo es un deporte de equipo, aunque no sean todos sus componentes los que saltan a la pista. En el segundo capítulo de carreras en Austria se han constatado dos ejemplos. El más clamoroso el desastre de Ferrari, incapaces de imponer cierta disciplina antes de sufrir el abandono de sus dos pilotos en un exceso innecesario de ímpetu de Charles Leclerc al intentar adelantar a Sebastian Vettel.
La otra muestra para este botón del esfuerzo colectivo lo padeció Carlos Sainz. Tras una calificación memorable bajo la lluvia, su tercer puesto en la parrilla invitaba a un optimismo contenido. Pensar en el podio se antojaba ambicioso pero no utópico. Cumplió en la arrancada y se defendía del mejor modo posible hasta que los mecánicos de McLaren la pifiaron. Una rueda que no encaja en el cambio de neumáticos y las aspiraciones del piloto madrileño desaparecen de golpe. No siempre se acierta y en esta ocasión el tropiezo llegaba en el momento más inoportuno. Es importante recordar la trascendencia del trabajo en grupo, el talento sirve de poco si no se encuentra arropado por la eficacia.