Una obra para la eternidad
Casillas sólo recibe un gol en todo el torneo ● Entra en escena el nueve falso: Cesc Fàbregas ● Silva vuelve a ser protagonista y Ramos, central
La propia organización, la UEFA, al igual que todas las selecciones participantes, se rindieron a la evidencia. Nunca en la historia de una final de un Campeonato del Mundo o de una Eurocopa el campeón había ganado con tanta solvencia y por tal diferencia de goles. “La Roja fue elevada a la realeza del fútbol: el primer equipo en retener la Eurocopa, el primer equipo en ganar tres títulos internacionales consecutivos, y Vicente del Bosque, el primer entrenador en ganar la Champions League, el Mundial y la Eurocopa”.
La final de Kiev fue la obra perfecta. Un partido para la eternidad. La culminación de una generación de futbolistas y la proclamación definitiva de un estilo de juego. Si todo el campeonato había sido bueno, el último partido, el definitivo fue una exhibición en el más amplio sentido de la palabra.
Nunca había ganado un partido España a Italia en un Mundial o en una Eurocopa. Solo había conseguido cantar victoria en la tanda de penaltis del 2008. De hecho, en este mismo torneo, en el primer encuentro, los de Del Bosque sufrieron para empatar después de que los azzurri se adelantaran en el marcador. Precisamente ese fue el único gol recibido en toda la competición.
Nada mejor que analizar, destripar, esa final de la mano del seleccionador, del hombre que fue capaz de firmar la trilogía que comenzara Luis Aragonés cuatro años antes. Ahora las obras sí estaban completas.
El mejor partido. “Esa final fue el mejor partido de toda mi época por lo que significaba, porque jugamos bien y porque en todo momento hicimos lo que queríamos hacer. Yo no me olvido de un partido contra Bélgica en La Coruña (5-0) y otro en Bosnia (2-5) en 2009… Pero claro, aquello era una final y tuvo mucho más eco”. Decidió el técnico que el día
de la verdad jugaran los mismos que en el primer partido del campeonato, también contra Italia. El rival, sin embargo, sí realizó cambios y hasta cambió de sistema. En el estreno había jugado con tres centrales, con De Rossi entre Bonucci y Chiellini. Ahora Prandelli apostaba por el 1-4-4-2.
“Que repitiera once tenía una explicación. Quería que Cesc estuviera pendiente de Pirlo. Ellos siempre salían por ahí. En corto o en largo, pero por ese jugador. Estoy seguro que si hubiera sacado a Torres, le hubiera tapado igual o más intensamente, pero a mí me gustaba el equipo con esa configuración porque dominaba y controlaba más el juego”.
Diez centrocampistas. Desvela Vicente que realmente ese once jugaba de tal forma que parecía que tenía diez centrocampistas. “No queríamos tener gente por delante del balón. Lo manejábamos y buscábamos el pase final, el pase definitivo. Los laterales, Arbeloa y Jordi Alba, con el balón, eran centrocampistas abiertos. Los dos centrales, que eran los dos defensas puros, también querían salir con el balón jugado hasta el medio campo y hacían de centrocampistas. Y luego estaban todos los demás. Al final todos eran medios. Siempre he defendido que el mejor equipo sería aquel compuesto todo por centrocampistas. Sería lo ideal para el juego y para el fútbol”.
Aquella Italia era valiente. Prandelli, con el partido del debut en la cabeza, adelantó la defensa 20 metros fuera del
No quería tener gente por delante del balón, quería tapar a Pirlo”
Antes de empezar el torneo le dije a Alba que iba a ser la revelación”
área y se fue a presionar arriba para desarticular el juego del rival. La Roja no se inmutó. No renunció a su estilo y con el balón fue ganando terreno hasta encontrarse con el primer gol. Un tanto made in Spain. Xavi controla ya en campo rival, toca para Iniesta, mínima conducción y pase profundo a Cesc, que surge por su derecha. Apura el falso ‘9’ hasta la línea de fondo… y su pase atrás es rematado por Silva de cabeza en la posición del ‘9’ de verdad.
La reacción azzurra da aún más valor a la templanza del equipo español. Durante quince minutos el balón fue de Italia y ya se sabe que sin su elemento preferido, la Selección sufre. La presión alta daba sus frutos y se perdían balones en zonas no habituales. Cuando peor pintaba, apareció Xavi. El ‘8’ había confesado en la víspera que le “hubiera gustado haber sido más trascendental en los encuentros anteriores”. Apareció cuando tenía que aparecer.
De sus pies y su privilegiada cabeza nació la acción del segundo gol. La pausa justa para retener el balón y esperar la llegada de Jordi Alba desde atrás en profundidad. Justo cuando vio a su compañero ya a la altura del último italiano le dio el pase. Una invitación al remate. Toma, métela. Y Jordi definió como si fuera un delantero. Con el 2-0 al descanso, la final estaba más que encaminada para un equipo experto ya en manejar situaciones.
Revelación Jordi Alba. Del Bosque recuerda que en la fase de preparación en Suiza, un día, viendo la forma del lateral del Barcelona, se acercó a él y le aventuró una situación. “Yo no soy mucho de esas cosas. Pero le veía tan bien. Entendía tan bien nuestro juego de esperar y llegar desde atrás que le dije que iba a ser la revelación del torneo. De verdad lo pensaba. Me miró un poco raro, como diciendo qué me dice éste, pero la realidad es que nos dio muchas soluciones”.
La segunda parte fue un rondo eterno. Con el balón, moviéndolo con sentido y sin pérdidas, la Selección terminó por agotar a su rival y en el momento oportuno, Casillas hizo una parada de las suyas. Justo después de que el árbitro no quisiera pitar una mano de Bonucci que cortó un cabezazo de Ramos.
“Antes del partido –insiste Del Bosque- comenté que estábamos al límite físico. Lo veía. Pero claro, resultó que ellos estaban peor. Les hicimos correr mucho. Con nuestra movilidad no llegaban a la presión. Tenían un día menos de descanso. Se les lesionaron dos jugadores y nosotros con el balón estamos siempre cómodos y si estos jugadores están cómodos el rival no tiene nada que hacer. Lo tuvimos todo a favor desde el primer gol”.
El técnico movió el banquillo y le salió perfecto. Como solía ser habitual. Los dos últimos goles los marcaron los dos últimos jugadores en saltar al campo. Primero fue Pedro. Después, Torres, y por último, Mata. Pedro lo buscó. Salió eléctrico. Fernando lo encontró. Fue un robo de Xavi con el rival saliendo, y su pase al hueco fue tan perfecto como el que le había dado a Alba en la primera parte. Fernando remató con la tranquilidad del que conoce el oficio. Su tercer gol del campeonato. El que le permitía ser máximo goleador empatado con un puñado de hombres. Lo de Mata fue aún más novelesco. Marcó nada más entrar. Se lo regaló un solidario Torres tras un monumental pase de Busquets. La fiesta llegaba a su momento culminante. La proeza estaba hecha. España era campeona. Con ‘9’ falso y con ‘9’ verdadero. A caballo entre el 1-4-2-3-1 y el 1-4-3-3.
Continuidad. “Todos reconocieron nuestra superioridad a lo largo del campeonato. Tuvimos mucha seguridad con el balón. Más que en el Mundial. A mí me gusta decir que jugábamos con tres delanteros porque Iniesta, Silva y Cesc o Torres, por supuesto, lo eran. Que vayan, vengan, se muevan no significa que no sean delanteros. Jugar con un verdadero delantero te da más profundidad, pero queríamos tener continuidad, dominar y tener posesión de la pelota para crear oportunidades”.
Sobre el debate si Xabi y Busquets eran dos mediocentros clásicos o Xabi era más interior, Del Bosque tiene su teoría. “Lo más importante es que los dos estaban siempre al servicio del equipo y eso para un centrocampista es muy importante. En fase defensiva eran dos mediocentros, pero uno de los dos saltaba a presionar arriba. Se alternaban en la creación, organización y finalización. Los dos son muy inteligentes. Sabían, además, que no tenían que construir el juego, tenían por delante otros compañeros para construir. Xavi nos apareció más en la final. Estuvo magnífico”.
Si estamos cómodos con el balón el rival no tiene nada que hacer”