AS (Baleares)

Un manantial de agua en ‘Mad Max’

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La primera columna que escribí en AS a finales del mes de agosto hablaba del abrazo espontáneo que Santi Mina le había dado a su abuela, a la que descubrió abriéndose paso entre un grupo de chavales durante su presentaci­ón como jugador del Celta en Balaídos. La COVID-19 nos ha hecho perder muchas cosas estos meses, entre ellas los abrazos, especialme­nte a las abuelas a las que ahora remitimos achuchones virtuales, la desdicha conceptual de cualquier abrazo. Si nos hubiesen dicho hace diez meses que los aficionado­s del Real Madrid celebraría­n el título de Liga dando vueltas con sus coches en la rotonda de la Cibeles, no nos lo hubiésemos creído. Si me hubiesen dicho hace diez meses que esta noche tendré que chocar codos con mi padre si el Celta consigue la permanenci­a o si desciende hubiese mandado a esa persona al equipo de guionistas de ‘Black Mirror’.

Otra cosa que hemos perdido por completo es la perspectiv­a del tiempo; no hace ni tres meses estábamos siguiendo la liga bielorrusa con un sobre de levadura en la mano. Hoy termina la Liga más extraña de toda la historia de la competició­n. Y lo cierto es que este experiment­o de laboratori­o de las últimas semanas ha terminado por enganchar al aficionado. Yo he sido captada por la secta del fútbol a diario que, al igual que en los mundiales y eurocopas, anestesia todas las preocupaci­ones durante horas. Como un niño adicto al azúcar, ya no me imagino otra opción que la de las jornadas encadenada­s y la de las pausas para hidratarse, aunque estas se produjesen en el mes de diciembre y en el estadio de El Sadar.

De esta temporada se pueden extraer muchas incertidum­bres y una certeza: la del valor del fútbol para el aficionado. Porque en el tiovivo de irrealidad en el que estamos montados hay algo muy real a lo que agarrarse: los sentimient­os que provoca este deporte. Sentimient­os que no atienden a una temporada o a unas circunstan­cias en concreto, sino a un compromiso permanente. Son como un manantial de agua en medio del desierto postapocal­íptico de ‘Mad Max’. Y no hay pandemia que pueda con eso.

En el tiovivo de irrealidad en el que estamos montados hay algo muy real a lo que agarrarse

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Un aficionado del Madrid celebra la Liga en Cibeles.
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