AS (Baleares)

Ceci n’est pas agosto

- LUCÍA TABOADA

Como periodista he vivido muchos veranos absolutame­nte intrascend­entes. Me recuerdo en la redacción dándole al botón de refrescar en las agencias de noticias internacio­nales, rastreando historias en la prensa local, contando la enésima retención en la Nacional 3, actualizan­do plagas de medusas o topillos. El caso es que en agosto no pasaba nada y así tenía que ser. Lo único que tenía que pasar en agosto era el tiempo. O los cromos de mano en mano.

En las redaccione­s deportivas tampoco pasaba nada en aquellos veranos sin Eurocopas o Mundiales, salvo los rumores de fichajes que, como las facturas del IVA, tenían una duración trimestral. Hasta tres meses se podía hablar de un fichaje “casi hecho”. Ahora en agosto pasa hasta la Champions League. El himno de Tony Britten entre el sonido de las cigarras. Se presenta un mes tan trascenden­te en lo futbolísti­co que me imagino un cuadro de Magritte con un calendario dibujado sobre el texto: ‘Ceci n’est pas le mois d’août’ (‘Esto no es el mes de agosto’). Entre otras cosas, sabremos qué pasa con Setién, si el Real Madrid vuelve a abrazar su torneo predilecto o da por concluida la temporada, si aquel Atlético del mes de marzo que ganó al Liverpool ya no es un espejismo, si se pueden llegar a disputar los playoffs de ascenso, si la burbuja anti-COVID del fútbol consigue sortear brotes u olas, si se despeja el hotel coruñés Finisterre de cámaras y grabadoras, si Liga y Federación dejan de tirarse los trastos a la cabeza, si el mercado se mueve.

CAntes en agosto no pasaba nada, aunque puestos a que pasen cosas, que pase el fútbol

reo que en la vida hay que defender que más de una situación se te escape de las manos. Y por eso me gusta el fútbol, porque no entiende de certezas. Tratar de controlarl­o todo suele conducir al fracaso —o que se lo digan a Tebas—. Pero la verdad es que ahora mismo siento nostalgia de aquellos veranos en los que la inercia de lo predecible dejaba todo en un estado de total adormecimi­ento, y ya en septiembre, con los chiringuit­os despejados, volvíamos al descontrol de siempre. En definitiva, echo de menos el efecto relajante de la droga del verano, cuando no pasaba nada. Aunque puestos a que pasen cosas, que pase el fútbol.

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Marcos Llorente celebrando su gol en Anfield.
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