AS (Baleares)

Licencia para soñar

Un Sevilla magnífico pasa a cuartos ● Cada vez que lo logró acabó levantando la Europa League ● El Wolves inglés le espera el próximo martes

- JOSÉ A. ESPINA

La legión de superstici­osos que pulula por Nervión, como por cualquier otro club del mundo, crucificar­á a este cronista por asegurar que la victoria ante la Roma convierte al Sevilla en favoritísi­mo absoluto para levantar en Colonia el día 21 su sexta Europa League. Pero la tremenda imagen que dio el grupo de Lopetegui y el dato que viene a continuaci­ón me obligan a mojarme con el pronóstico: cada vez que ha pasado el Rubicón de los octavos de final en esta competició­n, el equipo de la casta y el coraje ha acabado ganando la Copa. Siento mucho el mal bajío.

Espera el Wolverhamp­ton inglés, el próximo martes. 11 días desde el último partido daban al Sevilla para muchas cosas o si no que se lo pregunten a Gudelj y a su coronaviru­s, a la jindama que ha vivido Nervión en pleno con que el serbio hubiera podido contagiar a varios de sus compañeros y el papelito que se habría visto en Alemania. Con COVID o sin él, Lopetegui despejó las incógnitas de la portería y el pivote en sentido inverso (no jugó Vaclik, al que se esperaba, y sí el tocado Fernando) e improvisó en ataque con Suso y En Nesyri, poco titulares en este final de temporada. Paulo Fonseca no engañó a casi nadie: los 11 esperados y sin arriesgar hasta la segunda mitad a Pellegrini. Llevaba siete victorias y un empate el equipo gialloross­o pero más había acumulado su rival sin perder, desde febrero lleva. El cuarto de LaLiga fue siempre mejor que el quinto del Calcio.

Sonaba ‘Let me entertain you’ (Déjame entretener­te) de Robbie Williams y a eso, a entretener, es a lo que se dedicó en la primera mitad un Sevilla fabuloso, que maniataba a su rival bajo la batuta de seda de Banega, vaya cómo le vamos a echar de menos. A los 10 minutos el equipo de Nervión había creado ya dos ocasiones claras de gol: un chut de Ocampos al que respondió el exbético Pau López y un cabezazo de Koundé al larguero. Mezclaba el Sevilla perfecto el toque en corto, el balón largo y la verticalid­ad de sus laterales y en una de esas apareció Reguilón para demostrar que quizá el Real Madrid se equivoque vendiéndol­e. El zurdo había terminado LaLiga con un golazo al Valencia y repitió en Duisburgo. Buscó el interior del área como un rayo y de una manera poco ortodoxa pero eficaz batió por bajo a Pau (1-0, 21’).

35 minutos tardó la Roma en asomar con algo de peligro por el área de

Bono, pero antes también había podido Navas estirar el resultado. Lo acabó logrando En Nesyri tras una espectacul­ar galopada del casi imparable Ocampos (2-0, 44’). El delantero marroquí, una de las sorpresas de la alineación, insistió en buscar las espaldas de la defensa de tres romana con muchísima inteligenc­ia para descargar varias veces de la presión a su equipo. Genialidad táctica de Lopetegui meter su velocidad y premio merecido el gol al partidazo del ariete.

Se estiró tímidament­e la Roma, pero fue también inferior en la segunda mitad. Mkhitaryan lo intentó con orgullo, Dzeko se despegó un segundo del implacable (vaya roca el brasileño) Diego Carlos para hacer una buena media vuelta que salió alta y Carles Pérez, el barcelonis­ta, dio algún mínimo sustito entre líneas. Pero quien mereció marcar más goles volvió a ser el Sevilla. Y de hecho marcó: a Koundé le sobraron las trenzas para que no se anulara un tanto por fuera de juego. Banega culminó su nueva exhibición con un calco de su falta en San Mamés que esta vez se quedó en el larguero y el propio central francés, que quiere ganar algún día un Balón de Oro, casi hace el 3-0 en un cabezazo al que respondió Pau López, en casi la única intervenci­ón decente del portero catalán. Sueñen, sevillista­s: el Rey de la Europa League entra ya en su autopista hacia la gloria.

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