AS (Baleares)

Zubizarret­a . “Hacíamos todo lo que podíamos, pero no ganábamos”

- ENRIQUE ORTEGO

Su gran personalid­ad le permitió mantener y engrandece­r la saga de grandes porteros vascos con un estilo sobrio y caracterís­tico. Fue el primer internacio­nal en llegar a los 100 partidos.

Discípulo de Iribar, relevo de Arconada, Andoni Zubizarret­a (23-10-1961, Vitoria) fue una institució­n en la Selección. Cuatro Mundiales, tres Eurocopas y 126 partidos le contemplan. Además, mantiene el récord de encuentros jugados en la Liga (622). —Usted tiene el privilegio de ser el primer jugador español en llegar a los 100 partidos con la Selección.

—Son situacione­s que no valoras cuando te pasan, pero a la larga son cifras que te hacen pensar en la carrera que has tenido. Ahora ya hay unos cuantos jugadores con 100, pero entonces no los había y parecía un número como muy inalcanzab­le. Ocurrió en Armenia, en un estadio que no era nada del otro mundo, pero por otro lado me pareció bien el escenario porque eso es el fútbol. En campos como esos, populares, con la gente encima, es donde empiezas. Un día juegas allí y otro en un gran estadio. Fue especial porque era único. Iker igualó mi récord en Wembley. Si yo hubiera llegado a los 100 allí contaría la historia de otra manera. —También superó la marca de partidos consecutiv­os: 86. Desde el 26-5-85 hasta el 2-6-94. —Esa no la sabía. Viene incluido en la parte de que los porteros cuando jugamos tenemos más continuida­d. Lo mismo que cuando no jugamos, no jugamos. Me pasó cuando Luis (Arconada) era titular y yo sabía que no tenía ninguna posibilida­d de jugar. Aún así, no es normal disputar tantos partidos seguidos. Esa racha refleja lo que es mi carrera. No he tenido lesiones, ni expulsione­s. Eso favorece esa continuida­d. Ahora sería mucho más difícil. Se cuenta más con los otros porteros y se dan más oportunida­des.

—Debuta contra Finlandia en enero del 85. Ya llevaba tres temporadas y media de titular en el Athletic. Tenía 23 años…

—La situación era muy clara. El titular era Luis y ya estaba. Ni se me ocurría que yo pudiera serlo. Jugaba en la Sub-21 y ya me parecía excepciona­l. Estuve de suplente en la Eurocopa de Francia del 84 y era como un regalo.

—¿Cómo fueron aquellos años a la sombra de Arconada? —Tampoco era a la sombra… La relación era buena. Aprendí que había que competir hasta en el entrenamie­nto más pequeño. Que no era jugar dos partidos. Era entrenarse y trabajar cada día y demostrar que si querías ser titular el día del partido, había que currar toda la semana. Luis asumía la responsabi­lidad dentro y fuera. Día a día era un aprendizaj­e. No hablábamos mucho. Del calentamie­nto, cómo le gustaba. El color de los jerseys. Esas cosas de los porteros que contamos a los que son como nosotros. Al final éramos competidor­es. Yo aceptaba que era el titular y me parecía lo más lógico del mundo, pero cuando llegaba el entrenamie­nto, intentaba estar al mejor nivel, y eso motivaba que él estuviera al mejor nivel.

—En la primera Eurocopa de Francia como tercer portero era un poco ver, oír y callar. —Veníamos de la final Sub-21 que perdimos contra Inglaterra. Se trataba de aprovechar la oportunida­d y tener las orejas bien abiertas para aprender de todas las cosas que pasan, de los porqués. Puro aprendizaj­e.

—Debut contra Finlandia. Amistoso. El Rico Pérez de Alicante. Entra tras el descanso. —Después de la comida, en el ascensor, Luis me dijo ‘hoy vas a jugar la segunda parte’. Supongo que el entrenador lo había hablado con él porque entonces si eras titular eras titular, como después pasó conmigo. No se solía cambiar de portero. No había costumbre. Yo jugué de azul porque Luis jugaba de azul. Había poco que rascar. Estaba convenient­emente nervioso. Era sustituir a un mito de entonces. Era un objetivo, una ilusión, pero también una responsabi­lidad ¡Ojo no la caguemos! Lo mismo que la primera vez que jugué con el Athletic. —Siempre ha reconocido que la Selección estuvo en su cabeza, desde muy joven. —Tenía una explicació­n. Sin olvidarme de otros porteros, la Selección era Iribar, que siempre fue mi ídolo de referencia y después Arconada. En el País Vasco la posición de portero siempre tuvo un peso especial, enorme. Jugar en la Selección era cumplir con las expectativ­as.

—En su época, desde bien jovencito, en los Campeonato­s importante­s pasaban muchas cosas y no puramente futbolísti­cas… Era la casa de los líos.

—Ja, ja, ja… Yo venía del Athletic, que era un club muy ordenadito. Lo que se discutía se hacía en casa. No dábamos mucho que hablar fuera. Hubo de todo es verdad. Si me hubiese pillado el Mundial de México sin haber vivido la Eurocopa de Francia me hubiesen sorprendid­o más cosas. Había una especie de trayectori­a que te ayudaba a poner en perspectiv­a todas las situacione­s. En el 86 hubo de todo. Aun así, juntamos un buen equipo, que venía de ser finalista en la Eurocopa y la pena fue que nos quedamos como siempre en cuartos. Fue un Mundial con muchas cosas en el campo y fuera del campo. —Cuatro Mundiales, tres Eurocopas… ¿Con cuál se queda?

—Con Italia 90 y EEUU 94. En el primero teníamos un muy buen equipo, con muchas cosas por hacer y nos quedamos colgados contra Yugoslavia. Teníamos mucho para haber hecho más. En Estados Unidos, incluso, fue todo más injusto. Competíamo­s bien. Nadie quería jugar contra España porque sabían que podíamos ganar a cualquiera, aunque nos quedáramos siempre ahí.

—Con Clemente jugaban Zubi y diez más.

—Eso lo decían también cuando comencé en el Athletic. Le conocí muy joven. En la Selección era un poco al revés. Yo ya llevaba muchos partidos y conocía mejor el entorno del equipo. Nunca intenté hacer de entrenador, ni le hablaba del juego. Intenté explicarle todo lo que había aprendido allí los años anteriores. Cuestiones de organizaci­ón y gestión. Poner a su servicio que la Selección era diferente. Luego él hacía lo que creía convenient­e, claro. —Mundial 98.

—Tenía pensado que esa era mi última temporada de profesiona­l. En octubre le dije a Javi (Clemente) que llegaría hasta el Mundial y me iría. Él no se lo creyó. Tenía en mi cabeza la experienci­a de Zoff que se retiró en el Mundial de España siendo campeón del mundo.

Sentimient­o Tenía siempre la sensación de que perdíamos nosotros, que no nos ganaba nadie”

Convicción Puede que nos faltara algo de fe en nosotros, la que da el ganar, como pasó después”

Teníamos otra vez un buen equipo. Veníamos de hacer también una gran Eurocopa de Inglaterra. Pensé que Francia era un buen país para jugar, ganar y retirarme.

—Y entonces llega el gol de Nigeria.

—Todo empieza mal. Nunca había estado lesionado y llego con molestias. No es una disculpa pero es una realidad que entonces no se supo con exactitud. Tenía confianza en que estaba bien para jugar. Luego llegó el gol. Una de las cosas que yo hacía muy bien como portero era la lectura anticipada del juego, anticipar el movimiento y eso me permitía estar una décima de segundo antes y resolver las cosas sin tener que hacer grandes paradas. En esa jugada lo que pasó es que no me anticipé una décima, me anticipé un segundo. Y en ese segundo pasó todo lo que pasó.

—Usted un día me definió el error del portero como un accidente de trabajo.

—Ja, ja, ja… No deja de ser verdad. Cuando alguien en el trabajo se equivoca en algo tiene un error. Los de los porteros son muy evidentes. Hay pocas formas de esconderte. La cuestión viene después del accidente de trabajo. Hay que asumir la responsabi­lidad de esos errores. Luego intentas explicarlo. El día de Nigeria no puedes ponerte a buscar disculpas. Fue gol. El problema fue mío. Hay que aceptar que te has equivocado y a partir de ahí salir del accidente de trabajo. Yo solía decir siempre: vale ya ha pasado. Minuto diez te han metido gol por tu culpa. Ya está. Hay que seguir jugando los 80 siguientes como si no hubiera pasado. Es lo más importante. Después ya en el vestuario pensarás qué pasó en esa jugada. Ver en el marcador que pierdes por ese gol y mantener la concentrac­ión es enormement­e difícil para un portero.

—También tuvo que convivir con la losa de que no paraba penaltis.

—Sobre todo con la Selección. Bélgica, en el 86, nos elimina por penaltis y se empezó a decir eso. Luego fuimos a Italia 90, me tiraron dos y no me metieron ninguno, pero entonces nadie dijo lo contrario. Los elementos de la crítica siempre están ahí. Es un puesto muy exigido, eso ya lo llevamos puesto.

—Y la despedida en solitario…

—Le había prometido a Clemente que la última camiseta sería para él y al acabar el partido fui a dársela y no la coge. No se lo creía… Venga, venga, esto que es, me decía. Le recordé que ya se lo había dicho. Y luego decido salir fuera porque quería estar un rato conmigo mismo. Ya lo había hecho el último día en San Mamés, en el Camp Nou, en Valencia… Quería disfrutar de mi último ratito con la Selección. Salí por el túnel del campo del Lens y al final había un banco y un gran árbol y allí pasé mis últimos diez minutos como jugador en activo.

—¿Mejor recuerdo con la Selección?

—Contra Inglaterra en Wembley en la Eurocopa 96. Jugamos un partido impresiona­nte. Ver en la última media hora a la afición inglesa pidiendo a sus jugadores que resistiese­n atrás no es algo muy normal. Me pareció un partido de chapeau con todo lo que debe de tener. Soberano en un estadio extraordin­ario. Nos faltó ganar. Una pena. Pero eso en el fútbol también pasa. Y también guardo un gran recuerdo del primer partido del Mundial de México 86 contra Brasil en el estadio Jalisco. Perdimos 1-0. Con el VAR hubiéramos empatado. Yo tenía el recuerdo del Brasil del 70 que jugaba en el Jalisco que era como el jardín de su casa. Estar allí 16 años después para jugar contra ellos. Aquello me pareció un sueño. Tampoco ganamos.

—El peor partido, el peor recuerdo.

—Los últimos 20 minutos del partido de Lens, sabíamos que ya no nos clasificáb­amos, que era mi último partido de todo. Me dio tiempo a pensar muchas cosas. La sensación de pensar, otra vez para casa. Como en México, como en Italia…

—Y con el tiempo, usted que es un hombre reflexivo, tiene alguna explicació­n lógica a lo que le pasaba a la Selección… El jugar como nunca y perder como siempre.

—No. Simplement­e pasaba. Eurocopa 2008, partido contra Italia y llegamos a los penaltis. Un partido normal, 0-0, sin mucho juego. Podíamos haber perdido o ganado. Se llega a los penaltis. ¿Ahora qué? En esa tanda ganamos porque teníamos un portero que paraba penaltis como Iker (ja, ja, ja…) y ahí parece como si se rompiese algo psicológic­o. Tuve esa sensación y conociendo a Luis Aragonés sé que algo hubo en ese tipo de cosas psicológic­as. Pero nada más. En mi época siempre nos íbamos a casa con la sensación de que no nos habían ganado, sino que habíamos perdido nosotros, que son dos cosas diferentes. Nos faltaba, supongo, un poco de convicción en nosotros mismos. Los equipos que ganan están luego más convencido­s de que pueden ganar. Y España precisamen­te lo ha demostrado. Ha pasado. Ganas y te sientes fuerte en los momentos de duda, en las tandas de penaltis, en los unos contra uno. Es el convencimi­ento de poder hacerlo. Y ahí pudimos fallar. Nosotros probamos todos esos años muchas opciones, muchos estilos y las piezas encajaron a partir del 2008 y a partir de entonces tuvimos unos años excepciona­les. No suele ser habitual ese tipo de dominio en el mundo de seleccione­s. Puedes ganar una Eurocopa o un Mundial, pero no tres seguidos. Cuando nosotros volvíamos en el avión hablábamos, le dabas vueltas, que no hemos hecho. De lo que nunca tuvimos ninguna duda es de que habíamos hecho todo lo que podíamos y sabíamos en todos los aspectos: entrenamie­ntos, preparació­n de partidos… Luego no ganábamos y no se puede dar más vueltas.

—Después de tantas experienci­as y sinsabores con la Selección, ¿le valieron la pena esos 13 años?

—Sí. Claro que me han merecido la pena. Era algo que nunca te imaginabas de pequeño. Jugar Eurocopas y Mundiales significa que estás a la altura de lo que se exige en esas competicio­nes. La vida se vive hacia delante, no hacia atrás. Estoy satisfecho de todo lo que he logrado. No le doy muchas vueltas. Eso no te hace mejor que nadie. Te hacer haber sido un buen profesiona­l. He estado a las alturas de las expectativ­as que yo me había marcado. Claro que me hubiese gustado ganar algo, es obvio.

Error

Me gustaba anticipar una décima la jugada, en el gol de Nigeria me adelanté un segundo”

Porteros

Nuestros fallos son accidentes de trabajo, pero tan claros que no puedes esconderte”

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Zubi defendió la portería de la Selección española en 126 partidos.
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Zubizarret­a sigue siendo el quinto jugador con más partidos en la Selección detrás de Sergio Ramos (170), Casillas (167), Xavi (133) e Iniesta (130).

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