AS (Baleares)

El extraño caso de James Rodríguez

- JAVIER AZNAR

Siempre me gusta ver jugar a James Rodríguez. Francis Scott Fitzgerald decía que le gustaba beber porque cuando bebía ocurrían cosas. A mí me gusta ver jugar a James porque cuando él está en el campo ocurren cosas: un pase al hueco, un disparo que solo ve él, un centro a medida o un saltamonte­s gigante que se posa sobre su camiseta en medio de un partido del Mundial. Es esa clase de jugador. Incluso en su partido más insulso, es capaz de ese golpe genial con su zurda que, como diría Abel Rojas, es una bolsa de palos de golf. Pero la carrera de James se ha ido difuminand­o poco a poco, como la de esos niños actores, hasta caer en cierta intrascend­encia. Pestañeamo­s un poco y, de repente, James tiene ya 29 años y está a punto de encarar el pico de su carrera fichando por el Everton, duodécimo en la Premier. ¿Qué pasó? ¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Quién mató a James Rodríguez?

El principal problema de James Rodríguez ha sido James Rodríguez. Es un jugador especial. Tal vez demasiado especial. Requiere un ritmo, un estilo, un acompañami­ento. Y no supo adaptarse a otros contextos, a otros entrenador­es y a otras ciudades. Cuando el único entrenador de Europa con el que parece que te sientes cómodo es Carlo Ancelotti, quiere decir que algo no marcha bien. Nunca es buena señal ser jugador de un solo entrenador.

DA mí me gusta ver jugar a James porque cuando él está en el campo ocurren cosas delante del televisor

urante un tiempo James se convirtió para el Real Madrid en esa chaqueta de lino que tienes en el armario y que tal vez no sea para todos los días, pero que cuando la llevas te sientes el rey del mundo porque nada te sienta mejor. Eres único con ella. Es diferente al resto de chaquetas. Pero no puedes empezar tu armario por ahí. Y si la llevas puesta un día de invierno, a lo mejor te miran raro, o te congelas de frío. Es una ligera excentrici­dad, un capricho, casi un placer culpable. Un lujo. Pero cada vez que veo un pase con el exterior de James, siento que ha merecido la pena sentarme delante del televisor o comprar la entrada. Porque es diferente. ¿Es un jugador para ser titular en el Madrid? Probableme­nte no. ¿Puede jugar en varios puestos? No. Todavía recuerdo con horror cuando Benítez sacó a Casemiro del once ante el Barça en favor de James y perdimos 0-4. El problema es que él nunca se supo chaqueta, y quiso ser camiseta de algodón, algo para todos los días. Y James se arruga con mirarlo. Por eso el lino no gusta a todo el mundo. Pero le seguiré viendo jugar a orillas del Mersey, sentado al borde del sofá, esperando ese momento. Su momento.

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James Rodríguez, con el Madrid.
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