Messi tiene prisa
Sólo tres días después de volver a entrenarse, Koeman metió en el grupo al argentino en un gesto simbólico que ayuda a la serenidad deportiva del Barça
El Barça sorprendió ayer poco después de las 11:00 horas cuando anunció que Messi se incorporaba al grupo al mismo tiempo que Coutinho, que ya llevaba unos días entrenándose; y que Busquets, Ansu y De Jong, que habían estado con las selecciones española y holandesa respectivamente. La información, acompañada de una foto de Messi en medio del grupo y, ojo, con Luis Suárez a su izquierda, es la mejor señal de que el Barça intenta volver a la normalidad y que, al menos aparentemente, cuenta con la complicidad del argentino. Correr con el resto del equipo bajo la vigilancia de Koeman sólo después de dos sesiones tiene mucho de simbólico.
Los dos bandos, porque así estaban divididos el Barça y Messi hace apenas un par de semanas, empiezan a hacer gestos por acercarse. En la peor fase de la tormenta, el club anunció la salida a la venta de su primera camiseta (que había llegado con un problema de fábrica, desteñía) y puso como imagen a Messi pese al anuncio formal de la existencia del burofax. Desde que el jugador anunció que se quedaba en el Barça, y pese a sus rotundos ataques contra Bartomeu, el club ha mantenido sus guiños en las redes sociales. Messi también se ha comportado. Después de faltar durante una semana a los entrenamientos, asunto que el club ha pasado por alto precisamente para no avivar más fuegos, fue el primero en llegar a la Ciutat Esportiva el lunes y ha debido mostrar la mejor predisposición para estar ya con el resto de sus compañeros y plantearse incluso jugar unos minutos el próximo sábado ante el Nàstic.
Cerrar las grietas de este fuerte amago de divorcio no va a resultar fácil. Queda por resolver cuál va a ser la relación de Messi con el entrenador, Ronald Koeman; y también con el vestuario, que durante años lo ha mirado como un semidiós pero en el que despierta algún recelo después de los últimos acontecimientos. También falta por resolver la cuestión de la capitanía. Si se trata de normalizar el escenario, lo lógico es que el seis veces Balón de Oro siga llevando el brazalete por más que ya no sea un interlocutor válido con Bartomeu y que se pueda nombrar un ‘delegado’ para esa función, más en una situación de pospandemia como la actual, en la que los recortes de salarios van a obligar a comunicaciones frecuentes entre jugadores y planta noble. Otra cosa es que Messi decida de manera voluntaria renunciar al brazalete, cuestión que también supondría otro movimiento sísmico en el Barça.
Es una situación extraña pero, como si se tratase del escenario posterior a una movida familiar de las buenas, todo empieza a volver a su sitio con lentitud. Bartomeu. Koeman, Messi, el vestuario, todas las partes son conscientes de que hay que poner en su lugar todavía muchas cosas de la casa. En los gestos, sin embargo, está ganando la corrección política de las partes. El próximo episodio, tal vez, sea el adiós de Suárez. Aunque esa foto del uruguayo a su izquierda ayer dé para muchas interpretaciones.