AS (Baleares)

El momento de Suso premia la fe de Lopetegui

La clase del gaditano realza al Sevilla

- JAVIER SILLÉS

El partido ante el Cádiz saca lo mejor de Suso.

El más que probable adiós de Olaza achica al Celta y el Huesca-Villarreal es un símbolo inquietant­e.

Saber esperar. Un chico del mismo Cai ilustró la tarde del

Pizjuán en la visita del equipo de su tierra. Si

En Nesyri puso el gol,

Suso (27 años) dictó la partitura. A veces estigmatiz­ado sin razón, el peaje que a menudo ha de pagar el talento, el gaditano expresó todo su ingenio en una actuación que siguió la buena nota de partidos anteriores. De apariencia frágil, condición que desmiente sus capacidade­s técnicas, Suso fue un agitador nato. El catálogo de recursos en el regate —ocho de nueve completado­s— y en disponer ocasiones para sus compañeros —11 pases al área— resultó infinito. Por dentro y por fuera, en un campo de minas o en transición. Su caso particular alude a la necesaria paciencia que se debe tener con la calidad precoz. Hay que saber esperar su momento. El empeño particular de Lopetegui, que lo llevó a la Selección, hizo hueco a Suso en el Sevilla y la respuesta del jugador le ha dado la razón.

La desigualda­d. El fútbol invita a los contrastes entre la realidad y la expectativ­a. No siempre es lo que uno quiere hacer, sino lo que uno puede hacer. Nadie en el Celta cuestiona la valía deportiva de Olaza (26 años), pero las estrechece­s económicas impiden su continuida­d. El impacto del argentino en la propuesta del Celta no es un asunto menor. Entre otros aspectos, se trata de uno de los laterales de mayor recorrido de LaLiga, cuya presencia da la medida ofensiva del Celta en la izquierda. Su promedio de centros, que alcanza los 3,5 por choque, encierra el carácter simbólico de lo que Olaza es en este equipo. Contra el Eibar, al margen del disparo al palo, dejó un envío milimétric­o para el remate de Hugo Mallo en una de las estupendas paradas de Dmitrovic. No se va un futbolista cualquiera.

Tocaba. La convicción era tan fuerte que la victoria debía aparecer algún día. Osasuna se olvidó de tantas desgracias acumuladas y sometió al Granada en el contexto que mejor le sienta. Se agigantó por los costados —72% de ataques— y Budimir decidió entre los centrales rivales. El invento de Diego Martínez de Vallejo como pivote defensivo le salió cruz. No por culpa en sí de Vallejo, sino porque el Granada nunca dominó los duelos por alto (28 balones ganados por el conjunto rojillo) y desaprovec­hó a Luis Milla en la base de la jugada. A Osasuna le llegó un triunfo que ansiaba. Le ha faltado toda la temporada cierto pragmatism­o pese a ofrecer un rendimient­o superior a lo que señalaba su cuenta de puntos. Ahora el bálsamo de ganar abre un nuevo escenario.

El producto. Si el horario del Huesca-Villarreal tuvo algo que ver con un guiño al mercado japonés a causa de Okazaki, se teme que el efecto haya sido contraprod­ucente. Cuando el fútbol se convierte en coto exclusivo de los entrenador­es, suceden estas cosas. Pacheta y Emery no quisieron perder el control e igualaron sus dibujos tácticos. El resultado final fue el que fue, anulados ambos equipos en un partido en el que casi no pasó nada. No fue una cita vendible al exterior. Y preocupa porque este tipo de partidos se repiten en LaLiga con demasiada frecuencia este curso. Por algo es la competició­n de las cinco grandes en que menos remates (21) y menos goles (2,5) por encuentro se ven. Es para hacérselo mirar.

La esencia Osasuna regresa al triunfo a través de las bandas

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Suso, en el partido ante el Cádiz.
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