Medallas a la vista
Las sospechas de sabotaje por la intoxicación de varios jugadores de Eslovenia antes de su encuentro ante la anfitriona Egipto condimentaron la previa de un partido que no necesitó de esa pimienta para convertirse en uno de los choques más locos y dramáticos de la historia del Mundial. La selección africana sucumbió ante
Dinamarca en los penaltis de desempate, después de dos prórrogas, de expulsiones y de decisiones arbitrales valientes. Así se conoció el primer semifinalista del campeonato, que se marchó al hotel a esperar rival:
España o Noruega. Y fueron los Hispanos.
El equipo de Jordi Ribera, campeón en los dos últimos Europeos, se medirá con el vigente campeón del Mundo. Un duelo de altura, una especie de Supercopa por el máximo cetro del balonmano.
España tenía un duro hueso en el camino a las medallas, la Noruega de Sander Sagosen, la subcampeona de las dos últimas ediciones, liderada por el que está considerado actualmente como el mejor jugador del planeta. Sagosen llegaba al cruce como el más decisivo del campeonato, con 50 goles marcados y 37 asistencias repartidas, pero la estrella se apagó rápido. Primero, por las intervenciones de Rodrigo
Corrales, el MVP. Después, por una lesión. El cansancio se acumula. Los Hispanos resolvieron el litigio en una fantástica primera mitad (21-15), un colchón que mantuvo en la segunda, no sin tensión (31-26). La inspiración del portero gallego y la resolución de
Álex Dujsebaev catapultaron a otra semifinal a esta irrepetible generación, a un grupo de éxito que se desintegrará tras los Juegos
Olímpicos de Tokio, el otro desafío del año. España empezó el torneo titubeante, tras una escasa y accidentada preparación, pero ha ido de menos a más y ya está enchufada a la lucha por el podio, su sitio natural.