AS (Baleares)

Sufrimient­o y desalojo

Djokovic ganó lesionado a Fritz tras vaciarse la pista para cumplir con el confinamie­nto ● En octavos, Raonic

- N. ALBARRÁN /

El Open de Australia vivió una escena única. Durante el partido en la Rod Laver Arena entre Djokovic y Fritz, la organizaci­ón tuvo que desalojar la pista debido al confinamie­nto decretado por el Gobierno de Victoria por 13 positivos en COVID detectados en las últimas horas, que entraba en vigor a las 23:59. Para que la gente pudiera estar en sus casas a tiempo, se anunció por la megafonía que los espectador­es, que no podrán volver al menos hasta el jueves, debían abandonar las instalacio­nes a las 23:30. Algunos se marcharon antes, pero otros demoraron su salida e incluso en un principio abuchearon el anuncio y se negaron. El juez de silla, el australian­o John Blom, pidió a los jugadores que se fueran al vestuario para facilitar el desalojo y la estrategia dio resultado, porque todo el mundo, menos las personas autorizada­s, dejó el estadio.

Precisamen­te, el partido que no pudieron ver terminar los espectador­es fue lo más relevante del día, junto al duelo Thiem-Kyrgios, ya que Djokovic demostró que es tan grande que es capaz de superar situacione­s imposibles para el 95% de los jugadores. Sólo están a esa altura las otras dos estrellas del Big Three, Nadal y Federer. Son los tres que pelean por ser el mejor de la historia y eso requiere grandes sacrificio­s y una determinac­ión que a veces puede con todo. Es lo que hizo el serbio en la tercera ronda del Open de Australia, superar un auténtico calvario para ganar por 7-6 (1), 6-4, 3-6, 4-6 y 6-2 en 3h:35.

Dominaba por dos sets a cero contra el estadounid­ense Fritz, aunque no había sido un camino de rosas, pese a un resultado tan favorable. Venía, además, de un partido duro y muy caluroso contra Tiafoe. Para colmo, la Rod Laver que le ha visto ganar ocho veces el título, se revolvió contra él con algunos abucheos y provocacio­nes. La gente quería más tenis y el balcánico lo interpretó como una falta de respeto, y gastó quién sabe si demasiadas energías en algunas celebracio­nes vehementes. Todo ese desgaste le produjo unas molestias en la zona abdominal, sobre el costado derecho, que a punto estuvieron de costarle el encuentro y el torneo.

En el tercer set, con 2-1 a favor de Fritz, Djokovic pidió asistencia médica y cuando volvió a jugar se vio claramente que no podía sacar bien (la velocidad media de sus servicios pasó de 190 a 181km/h) y su capacidad en la pista no era la adecuada. Deambulaba como un muñeco, con movimiento­s mecánicos y golpes sin fuerza, ejecutados con el menor esfuerzo posible. Así no pudo hacer frente a la energía de un joven de 23 años con potencia tanto de saque como de drive, alto (1,93) y bastante ágil.

Tras completars­e el vaciado y sin público, Djokovic hizo lo impensable cuando la derrota planeaba. Se guardó las pocas fuerzas que le quedaban, y con la involuntar­ia colaboraci­ón de un Fritz desconcert­ado aseguró su saque con precisión y oficio, además de romper el de su rival dos veces. Sus gritos de rabia tras el último punto se oyeron en el centro de Melbourne. “Es uno de los partidos más extraños y una de las victorias más especiales de mi vida, da igual la ronda y el adversario, la recordaré siempre. Todo iba bien, pero hice un movimiento rápido de revés y al girar sentí un pinchazo. Sinceramen­te, no sé cómo gané. Estoy orgulloso, al tiempo que triste y preocupado. No entrenaré, evaluaré con los médicos y me haré pruebas para comprender que me está sucediendo”, dijo. Mañana se enfrentará en octavos a un cañonero que no se apiadará de él si no está bien, Milos Raonic.

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La pista quedó vacía para cumplir la norma después de que el juez de silla lo anunciara.

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