Mezclado, no agitado
Resident Evil 8 Village reúne en un cóctel muchas de las buenas ideas de sus predecesores, pero le falta originalidad
La aparición de la séptima entrega de Resident Evil supuso un soplo de aire fresco para una saga que empezaba a dar síntomas de agotamiento, su nueva estética al estilo Tobe Hooper y unos escenarios más claustrofóbicos volvían a colocarla en lo más alto del Survival Horror.
En Village se vuelven a repetir algunos de aquellos esquemas como el mapeado reducido y una mayor presencia de enemigos sobrenaturales, con el consiguiente giro hacia la acción que ello implica.
Solo para tus ojos. En esta ocasión la perspectiva que ha escogido Capcom es la de primera persona, con ello se logra una mayor inmersión en la historia y que el usuario se identifique con el protagonista.
La aventura, que dura unas diez horas, es mucho menos abierta que en otras ocasiones. Los puzles son menos ingeniosos y más sencillos y no hay que volver a explorar los escenarios por los que ya se ha pasado. Su arranque es un claro homenaje al RE4, una de sus grandes entregas.
Vive y deja morir. En un survival donde pesa más la acción que la aventura todo se fía a los monstruos y al gunplay. Y aquí hay de todo, tanto de uno como de otro. Vampiros, licántropos y demás fauna desfilan por el pueblo maldito, que está dominado por cuatro jeriarcas y una presencia aún más poderosa.
En cuanto al combate hay una amplia variedad de armas con las que hacer frente a las diversas abominaciones, aunque como siempre la munición es un problema. Dependiendo de la dificultad no es raro sucumbir, pero la partida se recupera sin perder mucho de lo avanzado. Hay una alta rejugabilidad gracias al coleccionismo y al modo mercenarios.