AS (Baleares)

El Villarreal de Rulli toca el cielo

El Submarino logra la Europa League al vencer al United tras 22 penaltis ● De Gea falló el último La victoria española le mete en Champions y en la final de la Supercopa de Europa ● Gerard hizo el 1-0 y Cavani empató

- ALFREDO MATILLA REPORTAJE GRÁFICO ALBERTO IRANZO

Primera Europa League a la vitrina, pasaporte a la próxima Champions y premio extra con la Supercopa de Europa del 11 de agosto. Nunca un triunfo tuvo tanto valor. Y pese a la recompensa, recogida en los penaltis tras 22 lanzamient­os y una parada de Rulli a De Gea, jamás lo material pesó tan poco en la inolvidabl­e noche de Gdansk. En la épica victoria del Villarreal, un cohete amarillo, frente al Manchester United, un diablo rojo, lo verdaderam­ente impactante es, fue y será la magnitud popular de tan impagable alegría. Un pellizco al alma del fútbol español a la altura, y con mayor dificultad, dicho sea de paso, que terremotos como la Séptima del Real Madrid, la primera Copa de Europa culé de Wembley o, más cerca de la tierra, la dictadura del Sevilla en esta competició­n. Hitos que sirven como semejanza en esta ocasión para reconocer que el Submarino no sólo ha hecho llorar de felicidad a un pueblo entero sino que, además, ha cambiado el curso de su historia definitiva­mente. Es leyenda. Lindelöf aún busca a Gerard. Y nosotros, celebrando. La Conference League, a la que estaban abocados estos héroes, puede esperar otro año.

El gol de Gerard (29’) tras una magistral falta de Parejo sirvió para encender la chispa. No podían ser otros. El delantero suma 30 goles esta temporada y 11 asistencia­s, demostrand­o que es un mediapunta brillante y delantero centro insaciable. Normal que vaya a ser el delantero de la Selección en la Eurocopa y ya sea ídolo pop de La resistenci­a. Lo del mediocentr­o es la confirmaci­ón de que su carrera está muy por encima de su fama. Di Stéfano sabía de esto. Sin embargo, el triunfo empezó a cocinarse en la pizarra de Emery. Sabedor de las fortalezas y debilidade­s de su equipo, y de las del United, planteó un encuentro a fuego lento, olvidando la presión en campo contrario para apretar las líneas en un solo cuarto de campo. La velocidad de Rashford y de Greenwood exigía un plan sin metros a la espalda de la defensa. Y aunque de primeras los nervios hicieron temer lo peor, el Submarino se recompuso a lomos de Pau y al galope de Yeremy, dos críos, para ir sacudiéndo­se un dominio que no se concretaba en ocasiones. Un centrochut de Shaw y un remate en propia puerta de Albiol. No hubo más para desesperac­ión de Solskjaer en esos primeros 45 minutos. Cavani espoleaba sin morder, mientras Pogba y Bruno Fernandes se agobiaban sin espacios entre tanto furor amarillo.

La reanudació­n nos mostró a un Villarreal más seguro de sí mismo y a un United bastante más agobiado y nervioso. A diferencia del equipo castellone­nse, ya tenía la Champions en la mano vía Premier. Sin embargo, lleva tantos años perdiendo el paso que su futuro es ya,

y el estrés por recuperar el tiempo le carcome. Emery también supo leer esa ansiedad. Porque Unai es entrenador, pero bien podría haber tenido una consulta de quiromanci­a. Cuatro Europas League no son casualidad. Mantuvo la estrategia inicial, reforzada por la pasión donde ya aparecía el cansancio. Hasta que una jugada aislada en el 55’, un córner botado por McTominay, acabó en un disparo desde la frontal de Rashford y en una acción oportunist­a de Cavani en la melé. Empate, palo al Villarreal y vitamina para el United.

Emery empezó entonces a mover su banquillo. Si a alguien se echó de menos fue a Chukwueze (lesionado) con sus arrancadas. El Submarino agradeció la decisión. El problema del Villarreal es que comenzó metido atrás por estrategia y convicción y acabó en el mismo lugar de partida obligado y por frustració­n. Menos mal que en la prórroga resucitó. Cavani pudo rematarle en el 72’. El Villarreal necesitaba aire. Y fútbol. Así que Moi y Alcácer apareciero­n. Un jugón y un matador. Después se renovaron los laterales. El United, por contra, tenía fe a su once inicial o miedo a hacer retoques. Sus primeras sustitucio­nes llegaron a los cien minutos. Y lo pagó. Pasó de mandar a obedecer. Y suerte que el VAR no estimó una pena máxima por mano a tiro de Gerard (114’). Los penaltis le condenaron. Se quedó sin lanzadores titulares y el Villarreal lo aprovechó sacando a relucir los poderes de Rulli en el careo con De Gea. Hicieron falta 22 balas, pero mereció la pena alcanzar la medianoche con el corazón en la boca.

Fue conmovedor observar tanta alegría cañí en estos tiempos de desgracias y ver alzar el título al aire. Los éxitos tienen muchos más padres que los tropiezos. Roig, desde casa, Llaneza, Emery, Pau, Albiol (Luis Enrique, piénsatelo), Parejo y Gerard se han ganado acaparar más titulares que nadie. Pero convendría recordar a aquellos entrenador­es, jugadores y trabajador­es del club que remaron en su momento para insistir sin desfallece­r hasta llegar a Polonia; en la piel de otros, pero con el mismo latido. Ver a Bruno en el estadio vestido de paisano y no de corto fue duro, emocionant­e y sanador. Porque, por este mismo orden, estuvo cerca de levantar ese título y no lo consiguió, porque animó como si nunca se hubiera retirado y porque, a fin de cuentas, presidió la alternativ­a soñada a sus herederos: su ejemplar legado continúa en las piernas de Pau y en las de esos otros 12 canteranos que son los héroes junto a Rulli de un humilde pueblo, los abanderado­s de un país orgulloso ante la tiranía de la Premier y la envidia del mundo entero.

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Así fue la parada decisiva de Gerónimo Rulli a De Gea en el último lanzamient­o de la emocionant­e tanda de penaltis del Gdansk Arena.
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