En un buen lío
Una pésima primera parte blaugrana cuesta tres puntos cruciales ● Golazo de Çalhanoglu
Todos los balones iban al cuerpo de sus defensores, que acabaron con cardenales, pero satisfechos.
Dembélé, además, fue capítulo aparte, protagonizando un partido más propio del Inspector Closeaud que de un jugador profesional.
Ante este descalzaperros del Barcelona, el Inter lo tenía muy claro: taparse atrás y salir a la contra, donde el Barcelona temblaba. Çalhanoglu ya puso a prueba a Ter Stegen de lejos a los 7 minutos, Dimarco lo volvió a intentar a distancia a los 20 minutos y, tres minutos después, toda la corte celestial bajó a salvar al Barça tras unas manos de Eric Garcia que en basket hubieran sido dobles y que no fueron penalti porque Lautaro inició la jugada en fuera de juego. Por el pelo de una gamba. Más claro fue el orsay de Correa cinco minutos después que acabó en gol, pero los síntomas del huracán eran claros. El Barça era una máquina de perder balones. El Inter esperaba su ocasión, que cristalizó en el descuento de la primera parte,cuando Çalhanoglu disparó desde la frontal y esta vez no hubo milagro.
Hubo tiempo para la esperanza cuando, al fin, a Dembélé le salió un centro que Onana se comió y que Pedri empujó a la red en lo que parecía el gol del empate hasta que el VAR y el Nuevo Testamento del fútbol detectaron que Ansu había rozado el balón con la mano. Gol anulado y bajonazo generalizado que se multiplicó cuando el mismo árbitro que anuló el gol de Pedri por manita ignoró un brazo de Dumfries. Un buen lío en el horizonte.
Tampoco tuvo capacidad de reacción el Barça, previsible en los cambios y repetitivo en la búsqueda de Dembélé, que lo intentó por tierra, mar y aire, pero que lleva cuatro goles en los últimos 42 partidos con el Barça. Y eso no es casual. A Lewandowski se lo tragaron Skriniar, De Vrij y Bastoni ya Raphinha ni se le vio. Así que el Barça de las palancas, que se suponía cargado hasta los topes de dinamita, se quedó a cero como en Múnich. Precisamente en las dos noches que no se podía fallar. Solo hacía falta ver a los 70.000 interistas celebrando la victoria de sus gladiadores para saber lo que estaba en juego en el viejo Meazza. Al Barça solo le queda apelar al Camp Nou de las noches mágicas. Eso, y demostrar una personalidad que se va dejando a jirones por Europa.