AS (Baleares)

Armagedón en un vaso de agua

El resultado ante el Leipzig no altera un milímetro el recorrido del Madrid, pero le recuerda su condición humana

- SANTIAGO SEGUROLA

En el Real Madrid basta una derrota para que se anuncie el Armagedón. Cosas del fútbol, o de un club que convive muy mal con el fastidio. La historia le obliga a pesar de los grandes éxitos de los últimos tiempos.

Perdió y jugó por debajo de sus posibilida­des en Leizpig. Courtois declaró que el equipo había empezado dormido (“como otras veces”, recalcó) y Ancelotti dijo que no tenía nada que reprochar a un equipo que había funcionado como la seda hasta ahora. En cuanto a las declaracio­nes del portero, añadió: “Cada uno tiene su opinión”. Bien miradas, las tres respuestas eran ciertas, pero en el Real Madrid basta una derrota para que se anuncie el Armagedón. Cosas del fútbol, o de un club que convive muy mal con el fastidio. La historia le obliga.

El resultado no altera un milímetro el recorrido del Madrid, aunque le recuerda su condición humana. El RB Leipzig es un proyecto de potente equipo que todavía no ha alcanzado la cota que pretende. Le mueve el dinero de Red Bull, que sabe cómo hacer las cosas en el deporte. Donde invierte suele alcanzar sus objetivos. En la Fórmula 1, motociclis­mo y en deportes novedosos, muy apreciados por los jóvenes, la marca llegó no para figurar, sino para establecer­se. En el fútbol, también.

Salzburgo y Leipzig, dos ciudades que pintaban poco o nada en el panorama futbolísti­co, disponen de dos equipos en la Liga de Campeones, con cualidades que indican la profundida­d del proyecto matriz, caracteriz­ado por su excelente ojo en el mercado juvenil y unas inversione­s prudentes, pero de enorme rendimient­o económico. Un tal Haaland, entre otros, pasó por la factoría Red Bull, antes de dirigirse a Dortmund y Mánchester.

Lo mismo ocurrirá con dos jugadores al menos: el croata Gvardiol y el francés Nkunku, destinados a engordar la caja del RB Leipzig, que continuará con su doble crecimient­o, económico y deportivo. Los dos brillaron en el partido con el Madrid. Aprovechar­on la mejor ocasión que procura el fútbol para exhibir el talento.

Nkunku venía avisando desde hace tiempo. Gvardiol, que se instaló en la selección croata con 18 años, dio una impresión magnífica en el partido: zurdo, excelente planta, rápido, seguro con la pelota, fenomenal pasador y más que inteligent­e en sus decisiones. Quien les quiera fichar (pocos y ricos, por supuesto) tendrán que poner unos cuantos ceros en el cheque.

El Madrid entró blando en el partido y lo pagó. Clasificad­o para los octavos y el primer puesto a un milímetro (le visita el descolgado Celtic en la última jornada), no fue un chorro de energía. Cuando la recobró era bastante tarde, había recibido dos goles y ya estaba enterado de las cualidades de su rival.

La primera media hora del RB Leipzig fue primorosa, un ejemplo de máxima precisión a gran velocidad, con el sistema perfectame­nte estructura­do y las ideas muy claras. Salía con la pelota con limpieza y jerarquía. Por si acaso, no olvidó los deberes con el balón parado. Marcó dos goles y amenazó con otro par de ellos. Ancelotti hizo hincapié en este asunto después del encuentro. Quedó claro que le molestaron esas distraccio­nes.

Dos jugadores marcaron la recuperaci­ón del Madrid, que nunca fue total. En el mejor de los casos, pasó de un estado grave a otro de optimista convalecie­nte. De nuevo se enganchó a Vinicius. Sin completar, ni mucho menos, una actuación deslumbran­te, el delantero brasileño llevó al equipo al borde del empate. Marcó un gol, perdió por centímetro­s la oportunida­des del empate en una jugada brillante y transmitió liderazgo. Del Vinicius bajo sospecha se ha pasado en dos temporadas a este Vinicius irresistib­le, dueño de una confianza insospecha­da. El Madrid se agarró a él, que no encontró mucha colaboraci­ón alrededor, excepto la de Rodrygo, menos expresivo, pero brillante en varias de sus acciones.

Faltó armonía y arquitectu­ra detrás de los dos brasileños. Fue una mala noche para algunos aspirantes a la titularida­d. Ninguno decepcionó más que Eduardo Camavinga, que funcionó como un verso suelto. En Leipzig no escribió una rima potable.

Camavinga Ninguno en el Madrid decepcionó más que él ante el Leipzig

Ancelotti Quedó claro tras el partido que le molestó alguna distracció­n

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Courtois, en primer plano, desolado tras uno de los goles recibidos por el Leipzig en la noche del pasado martes.

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