AS (Baleares)

El Atleti aún podía morir otra vez

Los rojiblanco­s caen ante un Cádiz que marcó en la primera y última jugada ● João empató los goles de Bongonda y Álex antes del 3-2 de Sobrino en el 99’

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO ÁLVARO RIVERO

El Atleti es tristement­e cómico cuando deja de ser competitiv­o. La nada, la noche. Ni siquiera que João encendiera su luz para guiar al final le arrancó la mueca. El Atleti que murió dos veces ante el Leverkusen en Champions aún sería capaz de morir otra. En Liga, en Cádiz. La primera y la última pelota del partido tuvieron como destino la red de Oblak para dejarle en medio de su charco de sangre. Perdido y solo. Derrumbado en la lona.

El equipo de Sergio compareció en el partido como envuelto en la Cabalgata de las Walkirias. En el segundo 22, Espino recibió un balón en largo a la espalda de un Nahuel que solo sabe defender en su cabeza y ganó la línea de fondo. En el segundo 25, centró. En el 27, Bondonga agujereaba la red de Oblak con un zurdazo por bajo. Las novedades, los descansos de Griezmann y Giménez, una delantera Morata y Correa y el empeño del Cholo en ese 5-3-2 que ya no le sale, estallados en la primera pelota. Y como las malas noticias no suelen llegar solas, antes del 10’, Simeone ya tenía la segunda.

Porque el golpe del Cádiz despertó al Atleti que se lanzó sobre la portería de Ledesma. Pero a su modo últimament­e: lo difícil puede salirle (aunque cada vez menos), lo fácil nunca. Llegó una vez Correa y nadie le acompañó. Llegó otra vez Correa y el remate se le fue fuera. La tercera vez del Atleti ante Ledesma, Morata quedó tendido pidiendo un penalti que no fue ni para el árbitro ni para el VAR. Dos minutos después, cuando Morata volvía a estar tendido en el mismo punto, tras un pisotón por detrás de

Mbaye, el final sería distinto: no se levantaría. Cunha le sustituirí­a en el 10’. La efervescen­cia con la que el Atleti había contestado al gol del Cádiz se quedaba sin gas. Atrás no está, ofensivame­nte no existe. Con balón pero desorden, con intención pero precipitac­ión. De Paul, uno de los pocos salvados ante el Leverkusen, era como lágrima en la lluvia, demasiado solo en sus intentos de despertar a los demás. Pero los buenos (Grizi y João) estaban en el banquillo o no estaban (Koke, Lemar). El Atleti sobre el césped era la nada, un grito a ningún lugar en medio de la noche. Once futbolista­s al borde de un ataque de pánico persiguien­do a otros once que sí saben qué hacer con el balón.

El Cádiz fue recuperand­o la pelota. Álex y San Emeterio la maduraban, Ocampos y el Pacha gripaban a unos Witsel y Savic lentos en cada carrera. Mbaye, aquel que había pisado a Morata, cogía su mismo camino antes del descanso, lesionado también. La primera parte acabó con mano milagro de Oblak ante Sobrino y el Cádiz, penúltimo en Liga, convertido en el Bayern de Múnich por obra y gracia de ese buen samaritano que se llama Atlético de Madrid. Hace Zamoras a cada portero rival, devuelve la vida a los muertos. Lázaro ya siempre son los demás.

Tras el descanso, el Atleti siguió siendo solo desesperac­ión y desquicie. San Emeterio atropellab­a a Savic, el partido se paraba y, al volver, estaba en el mismo lugar: Correa estampando un mano a mano en los reflejos de Ledesma. El argentino se iba a la caseta con sangre en la boca tras un balonazo. El reloj había llegado al minuto 60, la hora de los buenos: Grizi y João. El último para arrancarle al Cholo todas las razones que tenga para hacerle suplente. Su talento no es de los que se enjaulan. Tan necesario en este Atleti de brazos caídos, sin ganas ni alma, desteñido. Ledesma, salvo por ese rato de achuchón tras el 1-0, vivía una tarde muy tranquila.

El chaval Barrios debutaba y la pedía mientras Álex Fernández hacía más grande la herida con un tremendo zurdazo. Entonces João se echaría el Atleti a la bota para hacer lo que mejor sabe: jugar y hacer jugar. Tenía nueve minutos. En cuatro empató. El primer gol lo hizo con ayuda de Luis Hernández, que empujó su pelota en media chilena a la red. El segundo, con un trallazo desde la frontal. 2-2. Y tuvo el tercero, la victoria, en un cabezazo inapelable que se fue fuera. El empate parecía destino final del partido hasta que, en el 99’, la última pelota fue como la primera: el Cádiz levantándo­se y corriendo para huir del abismo en LaLiga. Alejo centró y Sobrino marcó para asestarle otra puñalada final a un Atleti que deambula con el traje del emperador. Desnudo, desnortado y pálido. Aunque de Cádiz al menos vuelve con João.

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