AS (Baleares)

La leyenda de Memo Ochoa

El meta le detiene un penalti a Lewandowsk­i tras la intervenci­ón del VAR ● México, superior, tiene más oportunida­des de gol ● El empate ayuda a Argentina

- REPORTAJE GRÁFICO EFE / EPA / MOHAMED MESSAR

Como en aquel mágico partido de la fase de grupos ante Brasil en el Mundial de 2014, en el que Memo Ochoa se convirtió en el héroe de México y lo encumbró en el fútbol internacio­nal. Ahora, ocho años después y en su quinta Copa del Mundo, la que sería la última, el de Guadalajar­a (37 años) vuelve a ser el salvador del Tricolor, leyenda para los suyos y pesadilla para Robert Lewandowsk­i, que sigue sin poder estrenarse como goleador en este evento. El Grupo C se ha convertido ya en el grupo del Mundial, con el histórico varapalo de Argentina ante Arabia Saudí (12) y este México-Polonia en el que pudo ganar el que menos lo mereció. Todo abierto, con Arabia líder, el más inimaginab­le escenario en un grupo a priori lógico.

Antes del fallo de Lewandowsk­i o el acierto de Ochoa ocurrieron pocas cosas, y todas ellas del lado americano. De los nervios iniciales, en los que ambos equipos jugaron en largo y metieron fuerte la pierna en los duelos, el partido cayó del lado que más lo buscó. México empezó a fluir, disipando las dudas con la velocidad y la naturalida­d de su juego, como si fuera un equipo más que una selección. El balón llegaba a los extremos, en amplitud máxima, y pisar el área era pan comido. Vega y Lozano empezaron a percutir, a forzar córners y a tener ocasiones, como el remate de cabeza del delantero de Chivas, quien lloró al escuchar el himno, símbolo del sentimient­o tricolor. El asedio mexicano no tuvo premio en la primera parte pero fue insistente, mientras que Polonia no era capaz de combinar en campo rival. Alejado Lewandowsk­i, bien defendido por Moreno y Montes hasta la fortuita acción del minuto 53.

Un pase filtrado en la frontal del área que salió rebotado y dejó al delantero del Barça con la posición ganada ante Moreno. Ambos forcejearo­n y cayeron al suelo. Lewandowsk­i desplazó a su oponente con el brazo mientras que el mexicano utilizó su mano izquierda para agarrarle la camiseta del pecho. “Jueguen, jueguen”, dijo el árbitro australian­o.

El VAR.

Advertido por el VAR, cuando ya nadie reparaba en aquella acción, Chris Beath fue a revisarla al monitor y señaló penalti. La afición mexicana se echó las manos a la cabeza, Moreno vio la amarilla y la tensión se pudo cortar como la mantequill­a. Lewandowsk­i plantó el balón, suspiró y lo lanzó a la izquierda de Ochoa, que despejó el peligro y se arrimó aún más a leyenda.

Pasado el instante decisivo del partido, como diría Cartier-Bresson de la fotografía, México se lanzó a por la victoria. Entró Raúl Jiménez, hombre de área poco rodado este curso, y Antuna, un agitador, el Cid del equipo del Tata Martino. Álvarez probó a Szczesny, que despejó a córner, y Glik, que cumplía su partido cien, se convirtió en el guerrero del área. Mientras tanto, Polonia se aferraba a un córner salvador como el que le dio la victoria a Suecia ante México en el último amistoso celebrado en Girona. Los nervios provenían más de la tensión por el resultado que de los acercamien­tos de ambos equipos, partidos y desordenad­os.

No hubo diana. Ni de unos ni de otros. México se diluyó en el tramo final y sus pérdidas propiciaro­n algunos contraataq­ues que Polonia no supo gestionar. Un tiro tímido de Antuna desde la frontal fue el colofón a 90 minutos de tensión y miedos, de buenos momentos de una México que ahora afronta un escenario totalmente daliniano, con Argentina como colista y Arabia Saudí como líder de este inusual Grupo C. Si gana a Polonia el sábado, pasará a octavos.

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