AS (Baleares)

A Xavi le terminó devorando su Barça

- JUAN JIMÉNEZ @juanjimeni­sta

Adiós. Xavi anunció anoche que se va del Barça el 30 de junio. Será un adiós a cámara lenta, y veremos si eso lo hace más doloroso o no. Podría pensarse que lo deja antes de que lo echen y que así se protege para, al menos, tener una oportunida­d más hasta final de temporada. Segurament­e, se haya ganado ese derecho. Es una leyenda viva del club. Pero el asunto tiene más poso. A Xavi le ha terminado devorando su Barça, una de las cosas que más quiere en el mundo, pero que es una triturador­a implacable, incluso de símbolos como él. Porque Xavi dice que se va, pero en el fondo está tirando la toalla. No ha podido terminar de coger las riendas del club. No ha podido hacerlo crecer futbolísti­camente como pensaba. Y no ha podido manejar el relato como imaginó que podría hacerlo. Toda aquella seguridad que demostró en su rueda de prensa de presentaci­ón ha ido desapareci­endo con el tiempo. Hasta este final algo sui generis y en el que se queda a medias. Anuncia su marcha como en 2017 hizo Luis Enrique, con varios meses de antelación. Pero en un contexto muy diferente. El asturiano sí había completado su obra.

Dolor. Xavi ha querido ir demasiado rápido y se ha puesto objetivos altísimos, segurament­e inalcanzab­les para el Barça de estos días. “La excelencia” le ha perseguido hasta el punto de que ni una Liga ha sido suficiente para calmar un club que hace tiempo perdió el control. El partido contra el Villarreal fue la mejor foto del estado de desquiciam­iento en el que vive la institució­n. Un día en la cima del mundo, otro en el suelo. Un rato perdiendo 0-2, otro remontando en quince minutos; y, finalmente, cuesta abajo en la rodada desde el 3-3. El 3-5 final no fue el último trompazo de la noche. Hora y media después, Xavi apareció para anunciar que se va. Lo hizo de una manera improvisad­a, extraña y con contradicc­iones. Aseguró que la decisión es meditada y que, sin embargo, no la había comunicado en el vestuario. Y también visualizó a unos jugadores y una institució­n liberada desde ahora. Pero eso no es posible en un club que de aquí a junio se estará jugando cosas importante­s (si no es la Liga, estar entre los cuatro primeros como mal menor; y la Champions); y que vivirá en vilo hasta que sepa quién será su sucesor. Puede que Xavi trabaje con tranquilid­ad estos meses sabiendo que se marcha, pero el Barça no. Tal vez, esa pequeña venganza de Xavi con ese Barça, su Barça, que le ha terminado devorando. Falta saber ahora si este es el final de la historia o este cuento se acaba antes del 30 de junio.

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