Revolución Lazkano
Oier (24 años), con un podio único, es aire fresco para las clásicas ● Van Aert gana tras compartir fuga
Si pudiera elegir un ciclista para compartir escapada, sería éste que ganó la Clásica Jaén, Oier Lazkano. Uno quiere compañeros de fuga que tiren sin pensar demasiado”, dijo recientemente Wout van Aert (Visma) en una entrevista con Het Nieuwsblad. Deseo concedido. Ayer, en la Kuurne-Bruselas-Kuurne, el belga y el español fueron colegas de aventura durante más de 80 kilómetros. Aproximadamente, compartieron una hora y 45 minutos junto a Tim Wellens (UAE), que terminó segundo. Un buen rato que renueva ilusiones. Hacía mucho tiempo que la primavera, en términos ciclistas, no era tan florida para España. El del Movistar (24 años), tercero tras intentarlo desde lejos en la llegada, está llamado a cambiarlo. Mirar a los ojos a Van Aert, ganador al esprint, era impensable hace no tanto.
“Parece que estás hecho para este tipo de carreras, ¿no?”, le preguntaban a Lazkano tras ser el primer español de la historia en subirse al podio de la prueba. “Sí”, respondía con timidez y sonriente, quitándose importancia. “Siempre he querido estar aquí e ilusiona. Es un día para disfrutar mucho”, completaba el español, que ya impresionó al mundo en la edición del año pasado de A través de Flandes, en la que fue segundo. En Kuurne, todo empezó con un ataque de Van Aert a 87 kilómetros de meta, en el Mont Saint-Laurent. En la Cote du Trieu, poco después, terminó de limpiar la carrera y conformó el tridente ganador. Con tanto terreno por delante, era un suicidio para cualquiera.
No para el del Visma. Ni para un Lazkano que no dudaba en sumarse. El del Movistar, que comandaba la segunda subida, veía pasar por su izquierda a Wout y a Wellens, dos belgas en casa. Reaccionó de inmediato. Y la carrera ya no cambió
En el desenlace, Wellens fue el primero en probarlo. Van Aert, el capo, fue el encargado de cerrar el hueco mientras Lazkano hacía gestos de cansancio. Faltaban unos cuatro kilómetros. El corredor del UAE incluso le pidió al español que tomara la iniciativa, pues al esprint ya se conocía al ganador, pero optó por la paciencia. Pasada la pancarta del último kilómetro, tras una curva a la izquierda, fue su turno. Arrancó y le sacó varios metros a sus dos compañeros de viaje, pero terminó sentándose. Los vatios, pese a ser muchos, no son infinitos. “No podía no colaborar en los relevos con Van Aert y Wellens, porque, si no pasaba, estaba claro que comenzarían los ataques y sería peor. Había que intentar llevar la fuga hasta el final y jugar nuestras cartas en la última parte. No he tenido piernas”, finalizó Oier, un campeón de España con ADN belga.