AS (Catalunya)

Jorge Sanz “Zidane impresiona. Es único.Tiene mucho del espíritu de Guti”

- A. MÉRIDA / G. POSE

CAFÉ, COPA Y FÚTBOL Le alumbró desde crío la estrella de la fama y creció entre melodías marciales y la banda sonora de las películas más pintureras. Niño prodigio, no se rompió en el camino. Como su amigo Guti, el figura que le inspiró su pasión por el Real Madrid.

En la obra ‘Tiempo’ al personaje le quedan 90 minutos de vida, ¿qué haría usted si le ocurriera eso? —Bueno, depende de donde te pille y en qué condicione­s. Difícil cuestión, la verdad es que si a uno le ocurre eso en la realidad lo primero que te asalta es que recuperas bastante libertad, las cosas de la vida cobran otro sentido. En el caso de la obra el personaje siente que puede hacer y decir lo que quiera dentro de los márgenes que marca el concepto del respeto al otro. —90 minutos es lo que dura un partido de fútbol, ¿qué le parece que eso, el fútbol, algunos se lo tomen tan en serio? —No me parece bien. Es todo lo contrario, el fútbol, por ejemplo, es alguna de las cosas que nos unen, a pesar la rivalidad que existe. Es un gran sentimient­o, pero también un juego en el que todos participam­os. —En su pasión madridista ha influido un personaje como el gran Guti, ¿cómo es eso? —Guti hizo del Madrid a mi hijo Merlin cuando nació y, de paso, también a mí. Me parece un tipo sensaciona­l. Una persona auténtica, con criterio y personalid­ad. Siempre ha tenido la gracia de seguir su camino. Aparte de un futbolista maravillos­o tenía un carácter peleón y en la vida actuaba a su manera. Ojalá los chavales a los que entrena ahora se empapen de su forma de ser porque se harían más grandes. De todas formas también tengo querencia al Atleti por su afición aunque para mí, sin duda, el Real Madrid es el mejor equipo del mundo. También me gustaba el Barça de Guardiola porque jugaban al fútbol de maravilla. —¿Ve a Guti siguiendo los pasos de Zidane, otro virtuoso del balón que ahora triunfa en el banquillo? —Claro que sí, Zidane es impresiona­nte, es único y tiene mucho del espíritu de Guti. Le ves dirigir al equipo sin estridenci­as, sin aspaviento­s, con las manos en los bolsillos del gabán, con discreción y elegancia, igual que en las ruedas de prensa, con el mismo temple de cuando jugaba. No es fácil actuar en público tan a menudo y cuando te ponen un micrófono delante se ve de la pasta que cada uno está hecho. Luego está Luis Enrique, siempre crispado, destemplad­o, a la defensiva, dando brincos excesivos durante los partidos, fuera de tono. Zidane es un torero, un director de lidia moviendo con temple a su cuadrilla. —Empezó muy jovencito su carrera de actor, ¿eso privó al mundo de un crack del fútbol? —No creo porque yo iba para militar. Mi padre era coronel de Caballería y al ver mis escasas dotes para el ejército me animó a que fuera actor. De todas formas, mi deporte de niño en el colegio de El Pilar era el hockey sobre patines y también hacía montañismo con mi padre. —Sorprende que un padre con esa cultura militar le animara en su carrera de cómico. —Pues sí, es la verdad. Mi padre era militar y germanófil­o y falangista, por no ir más allá, y es, quizá, el pinchadisc­os más famoso de la historia de España porque fue el que puso la música del golpe del 23-F. Él dirigió la toma de Prado del Rey, de TVE, y fue el que ordenó que se emitiera la música militar que sonó en aquel momento en Radio Nacional, la misma que escuchábam­os en los viajes familiares que hacíamos. En el coche sonaban marchas militares alemanas y, bueno, algo de María Dolores Pradera. —¿Hubo berrinche en su casa cuando el golpe no triunfó?

—No, lo que hubo fue preocupaci­ón y recuerdo que mi madre estaba muy nerviosa. Yo tenía once años y el 23-F me pilló en Segovia haciendo la película de ‘Conan el Bárbaro’, era Conan de niño, luego al crecer el papel lo hacía Arnold Schwarzene­gger. —¿Qué recuerdo tiene de Schwarzene­gger? —Era un tipo encantador, muy cariñoso y simpático. De alguna manera le confirmé la alternativ­a, era su segunda película y me sentí muy bien a su lado. —Fue un niño actor con éxito, ¿se sintió niño prodigio al estilo de Joselito o Marisol? —Para nada porque a mí me dejaban hacer películas con la condición de que aprobara todo en mis estudios. Eso siempre me lo dejaron claro, aunque a mí lo que de verdad me divertía era hacer cine, viajar y todas esas cosas. Aún recuerdo mi papel en una de las grandes películas de destape de España, ‘La miel’, en la que hacía de hijo de Jane Birkin. Me lo pasé como nunca, y con la Birkin casi todo el tiempo en bolas a mi lado, en fin, una gran experienci­a para un niño. Era una mujer especial y muy dulce. —¿Se sintió muy frustrado cuando sus padres le prohibiero­n hacer el personaje de Tito en ‘Verano azul’? —A ver, mi educación ha sido maravillos­a, porque me he pasado el tiempo viajando y haciendo películas que me salían bien porque aprendía muy rápido y era fotogénico y, por otro lado, en casa siempre me trataron bien y no dejaban que descuidara mis estudios. En fin, un día mis padres se acercaron a mí y me dijeron: ‘Te vamos a dar una buena noticia, te han elegido para hacer de Tito en ‘Verano azul’, pero lo malo es que no lo vas a hacer porque son dos años de trabajo en Nerja y vas a perder mucho colegio, pero ¡enhorabuen­a! Porque eres un actor fantástico’. Y dicho eso se largaron y yo me quedé paralizado y dándole vueltas a la cabeza. Luego, al final, Antonio Mercero me llamó para rodar el capítulo final, el 20, pero ese capítulo nunca se llegó a emitir aunque yo lo tengo en casa guardado como un incunable.

Luis Enrique

“No le soporto. Siempre crispado y fuera de tono”

Deportes

“No jugué al fútbol. Mis deportes de niño eran el hockey sobre patines y el montañismo”

Pasado

“Mi padre, coronel de Caballería, puso la música marcial del 23-F”

—¿Y su padre nunca sospechó de usted cuando se metió de lleno en el mundo del cine donde, por lo general, siempre corría cierto aire transgreso­r?

—No, para nada, mi padre era lo que era, pero en mi casa siempre hubo buen ambiente y nos llevábamos bien.

—¿De quién aprendió lo que era el oficio de actor?

—Con Fernando Trueba y Cristina Huete, ellos dos me abrieron los ojos y dirigieron mi carrera para siempre. ‘El año de las luces’ fue mi primera película de madurez, a pesar de que tenía 16 años. A partir de ahí se me abrió un mundo nuevo y empecé a hacerme actor con mayúsculas.

—¿Se sintió mal cuando Pedro Almodóvar le sustituyó en ‘Carne Trémula’ por Liberto Rabal?

—Al final nunca pasa nada, o como reza el proverbio, todo lo que pasa, conviene. En su momento fue una putada, que te eche un tío del tamaño de Almodóvar te deja temblando, pero de esos líos sale uno reforzado. El caso es que Pedro me pagó el trabajo hecho y con ese dinero yo compré una casa en el Valle de Arán donde mis padres se retiraron y donde hemos vivido muy felices toda nuestra familia durante más de 20 años, y eso se lo debo a Almodóvar. La vida es muy rara.

—¿El Oscar con ‘Belle Epoque’ le hizo perder la cabeza?

—En este oficio muchas cosas te hacen perder la cabeza, la fama, el dinero, no sé, un montón de cosas que tienes que procesar, sobre todo cuando eres joven. Pero en cuanto aprendes a manejar todo ese lío es cojonudo y la fama se convierte en algo saludable.

—¿A qué estrella de Hollywood sacó a bailar en una de esas fiestas del Oscar?

—A Catherine Deneuve, una mujer estupenda y sensaciona­l. Ya la conocía de un carnaval de Tenerife en el que fuimos jurado. Esas fiestas son muy fuertes, a Maribel Verdú le tuve que quitar un par de veces de encima a Clint Eastwood que le marcaba muy de cerca. Tenía orden de su marido de protegerla e hice lo que pude.

—Acaba de estrenar ‘La reina de España’ en el cine y ‘Tiempo’, en el teatro, ¿seguirá preguntánd­ose el personal qué fue de Jorge Sanz?

—Pues no sé, ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’ fue una serie de televisión por la que yo cobraba. Eso funcionó, fue un gol por la escuadra, la gente entró al trapo y se creyó que yo malvivía en la sombra. Y el papel de David Trueba como director fue fundamenta­l y exquisito. La reinvenció­n no está mal y es necesario ofrecer a la gente cosas nuevas y si tienes la posibilida­d de reírte de ti mismo, mejor. En este oficio siempre tienes altibajos pero el triunfo es ser capaz de llegar hasta el final y saber mantenerte.

—¿Cómo se siente al dar el paso al teatro con una obra compleja como ‘Tiempo’ y estrenada en Madrid?

—Uff, eso es tremendo. Ahí, tú solo frente a 500 personas evitando temblar. Es la primera vez que afronto este tipo de trabajo y estoy deseando que todo el mundo lo vea. El espectácul­o es alucinante a pesar de que soy yo el único personaje. Es una tragicomed­ia donde a la gente, que llora y se emociona, le da pudor reírse.

—¿Por qué cree que ha fracasado en taquilla ‘La reina de España’?

—No tengo ni idea y me da igual. Sólo puedo decir que es la película más hermosa que he hecho en mi vida y llevo 40 años trabajando en esto. Mi personaje lo escribiero­n hace 18 años Rafael Azcona y Fernando y David Trueba y era un pijama a la medida, y ahora lo sigue siendo.

—¿Cómo siente que se maneja en España la libertad de expresión individual?

—Yo espero que bien pero ocurren cosas raras. A consecuenc­ia de aquello que dijo Trueba sobre España alguien ha acuñado el término post thinking, no sé, lanzas una idea y en las redes adquiere una metamorfos­is inquietant­e.

—En uno de sus monólogos de ‘El club de la comedia’ aseguraba que fingía que le gustaba el fútbol cuando estaba con sus amigos igual que algunas mujeres fingen el orgasmo.

—Bueno, ejem, no igual de bien, ja, ja. A mí, como a Trueba, me gusta ir a la contra, y con el fútbol también, pero es un deporte grande. Ese monólogo era una creación de humor con su punto provocador.

—¿En qué grado se encuentra su sentimient­o español?

—Yo soy muy español, pero ya sé por dónde va. A ver, la gente tiene que entender que nuestro idioma es el sentido del humor y a veces no se recibe bien, no se llega a entender y resulta que molestas. Lo que dijo Fernando fue una broma que cayó mal pero que un año y medio después se vuelva de esa manera en su contra es lamentable. Ahora importan las cortinas de humo, distraer a la gente con cosas que no son las que de verdad importan.

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