La exigencia de un 2017 sin giros
Este 2016 se abrió a lo grande (empate ante el Barcelona en la Liga) y se cerró con sonrojo (la eliminación copera a manos del Alcorcón), una buena metáfora de lo que es el fútbol y lo que representa el Espanyol, cuyos aficionados se sumaron al efecto Galca con la misma efervescencia con la que luego pidieron su cabeza cuando el equipo cayó en barrena y aniquilado por la Real Sociedad (0-5) o el Real Madrid (6-0). De ese calvario, que ni siquiera se pudo suavizar por la compra de Míster Chen y los tambores de optimismo con los que fue recibido, se pasó al jolgorio por ver a Quique Sánchez Flores en el banquillo y los movimientos del mercado estival, una macro-operación que lavó la cara y aumentó el nivel de la plantilla. Hubo errores, como el de Demichelis.
El aterrizaje de Quique ha estado agitado por turbulencias, aunque no se puede negar su pasión en los entrenamientos, la mejora del equipo y la sapiencia de su cuerpo técnico, que ha dotado de mucha más calidad el trabajo que se hace a diario en la Ciudad Deportiva. Pero este 2017 será el de la exigencia. El Espanyol ya no debe caer de esas posiciones que lo sitúan entre los diez primeros, debe crecer como equipo y consolidar unas bases de trabajo para la próxima campaña. Pocos entrenadores tienen el privilegio de contar con un objetivo tan plácido en su primer año al mando. El técnico debe aprovecharlo y que este 2017 no sea el de los giros inesperados.