AS (Catalunya)

El Madrid alegre y el Barça gruñón, un espejo de sus entrenador­es

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

El dedo de Piqué. El coeficient­e de inteligenc­ia de Gerard Piqué es superior al de la media. Ya sea porque el liderazgo institucio­nal del Barça no existe o porque Luis Enrique proyecta incomodida­d en su comunicaci­ón no verbal, rencor en sus decisiones o, sencillame­nte, prefiere estar enfadado con el mundo, Piqué se ha convertido en la voz autorizada del barcelonis­mo. Es la conciencia del aficionado, la alegría del grupo y el azote de los enemigos externos, ya sea la FIFA, LaLiga, los árbitros, la Prensa, en su paradójica calidad de líder de vestuario, conseguido­r de patrocinio­s y futuro presidente (como todos vaticinan). Ahora Piqué debe elegir si emular el Barça anterior a Cruyff, victimista y acomplejad­o, o el posterior, ganador y admirado. Sobre todo, cuando no se gane. Luego están las formas. El barcelonis­mo se puede proyectar como Joan Gaspart o como Nicolás Casaus, señalando con el dedo o desbordand­o señorío...

La fractura del Barça. El Barcelona, aunque no lo parezca, tiene capacidad y aptitud aún para hacer una gran temporada, pero en las duras es dónde se ve la calidad de las costuras. Los jugadores no se sienten representa­dos por el club y algunos dudan de su entrenador, que abre la espita de su futuro en el momento más inoportuno, que no maneja con naturalida­d los 180 millones de inversión en profundida­d de banquillo y que, excepción hecha de Messi, hace parecer peores a todos sus futbolista­s en lo que va de temporada.

Entre Zidane y Luis Enrique. El manejo de la plantilla y el dominio del entorno es donde marca una diferencia sideral el técnico que le ha devuelto la esencia y la sonrisa al madridismo respecto al entrenador del Barcelona. El Madrid es ahora un equipo alegre y el Barça, un equipo gruñón, un espejo de lo que proyectan sus entrenador­es.

La frase de Maradona. Más allá de los premios deportivos, lo mejor de la gala de la FIFA fue la emoción en el premio al corazón del Atlético Nacional de Medellín y la frase, casi un aforismo, de Maradona cuando le preguntaro­n si le resultó más fácil ser jugador o entrenador: “Para mí jugar era como caminar o dormir y cuando entrenaba me costaba caminar y ni hablemos de dormir”. Me vino a la cabeza Zidane, que duerme a pierna suelta como técnico y da licencia al madridismo para soñar con el triplete.

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