AS (Catalunya)

El Atleti pasa con susto

Se dejó ganar un partido ante Las Palmas que tenía controlado Livaja, dos veces, y Mateo tumbaron los goles de Grizi y Correa Los rojiblanco­s, en cuartos

- PATRICIA CAZÓN

Fue un minuto, pero qué largo. De angustia y un escalofrío recorriend­o a la vez 30.000 espaldas en el Calderón. Lo provocó todo Mateo García con un gol en el 92’: era el 2-3. Uno más y el equipo que estaría en cuartos de la Copa sería el de Setién. El silbido a final pocos segundos después de Sánchez Martínez al Atleti le sonó a gloria pero no le quita el susto del cuerpo.

Los dos equipos se dejaron los goles para la segunda parte. La primera sólo fue un testar. Primero dominas tú (Las Palmas: sin peligro). Después yo (con Griezmann, el día anterior sentado a la mesa de Cristiano en Zúrich y ayer titular y tomándole las medidas a la portería de Raúl en cuanto el Atleti pisó su área, y Gaitán, derramando clase en cada balón). Más tarde de nuevo tú (Las Palmas, ya con peligro): si Livaja no convirtió en gol la primera que tuvo (32’) fue porque Moyá cerró sus piernas como si fueran la puerta del Muro de Juego de Tronos. Así, 45’ después, el Atleti seguía ganando por la ida (0-2) y el empate de la vuelta llegaba hasta los banquillos.

Porque en el 45’ Simeone ya estaba como Setién: si uno, el segundo, había perdido a un hombre, Hernán, por lesión, casi nada más comenzar el partido (17’), el otro lo hacía ahora: Lucas se quedaba bajo la ducha con una sobrecarga y al césped saltaba Gabi. Eso obligó al Cholo a desmontar su nueva banda derecha (Vrsaljko-Juanfran) y los dos terminaría­n siendo protagonis­tas de lo que, en los 45 minutos siguientes, pasó: de los cinco goles que hubo, participar­ían en tres. Para bien y para mal.

Golpeó primero el Atleti. Triangular­on el croata, Gaitán y Grizi y en el 49’ llegó el gol. El primero se llevó el balón, el segundo lo centró y el tercero lo marcó. No acusó Las Palmas el golpe. Al contrario: Livaja se lo echó a la espalda para hacer ese del que, en los dos partidos anteriores y medio de éste ya, su equipo había adolecido. Tenía la pierna cargada de la primera parte y en esta segunda, en cuanto pudo, le ganó una carrera a Giménez, tumbó a Godín (tocado de un resbalón de Momo contra su pierna en la jugada anterior) y le encontró una grieta al muro de Moyá: la escuadra izquierda. Allá envió el balón. Gol(azo). Tampoco lo acusó el Atleti.

Si Gaitán estaba en modo recital y tenía ganas de público, de aplausos, de fútbol, Correa también quería su trozo de la tarta. Se la zampó de un mordisco después de que Godín le enviara un balón de 30 metros y corriera como si el Calderón fuera campo a través sólo vigilado por un hombre, David García. Cero problema: Correa es argentino y sabe de tangos. Le metió el cuerpo, se lo quitó de encima y siguió corriendo hasta encajarle el balón entre las piernas a Raúl y hacer el gol. Si alguien piensa que el partido, y la eliminator­ia habían terminado aquí, ja.

Aunque lo pareció, lo pareció mucho tiempo. Los dos equipos estaban jugando más para ver pasar el tiempo que para sumar ocasiones, peligro real; Keidi, un albanés que promete, por cierto, debutaba con la rojiblanca, Grizi descansaba y todo era felicidad por el Calderón esperando el viernes al sorteo, al próximo rival en cuartos, cuando..., zas, Livaja le encontraba otra grieta al muro de Moyá: esta vez sólo tuvo que empujar un pase de la muerte de Mateo. Era el 88’, el empate, no el final.

Cuatro después, Mateo fue como Dorothy en el Mago de Oz y sólo tuvo que seguir el camino de baldosas amarillas que había fijado Livaja a la espalda de Juanfran para batir por tercera vez a Moyá y poner el 2-3 en el partido y los nervios de punta al Calderón. Menos mal que lo siguiente que pasó fue el silbato de Sánchez Martínez: aunque con susto, el Atleti está en cuartos.

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