AS (Catalunya)

José Antonio Marina “Cruyff ha sido el futbolista que me ha parecido más ingenioso”

- G. POSE / A. MÉRIDA

CAFÉ, COPA Y FÚTBOL Es lógico que el profesor Marina quede prendado de la figura de un entrenador de fútbol. Equipara su misión con la de un educador aunque reconoce la dificultad de entrenar a un conjunto de estrellas. Y ahí entran en juego el conocimien­to y la filosofía. ➥

¿Qué es lo mejor y lo peor de la educación en España?

—Lo mejor es que se ha generaliza­do por completo y tenemos una tasa de universita­rios jamás soñada; lo peor es que estamos estancados. Tenemos una educación generaliza­da más bien mediocre y paralizada, creo que tenemos que dar un salto hacia delante. —¿Los Gobiernos siguen creyendo que cuanto más inculto es un país mejor se le domina? —Eso ha sucedido durante mucho tiempo, piense que en la época de la revolución industrial los poderes tenían claro que los obreros no tenían necesidad de leer y escribir, pero en las democracia­s actuales se lleva poco, no hay ese tipo de conspiraci­ón. Creo que los políticos no son lo suficiente­mente maquiavéli­cos para manejar esas técnicas, además, disponen de otro tipo de mecanismos para poder controlar a la gente. Y empiezan a entender que un país no gozará de buena salud económica si no dispone de un sistema educativo muy potente. —¿Tienen que dar ejemplo los futbolista­s a los chavales que les admiran?

—Yo creo que sí porque tienen una gran responsabi­lidad pública como todo aquel que goza de un prestigio. En una democracia saludable se puede votar de tres maneras: una, el voto político de las urnas, otra es el voto económico, cuando elijo lo que compro y otra es el voto de prestigio, y una sociedad se define por las personas a las que otorga prestigio social. Y quien goce de este honor tiene que estar a la altura de las circunstan­cias y los futbolista­s ahora mismo están en el primer plano y sus actuacione­s influyen en mucha gente. Ocurre que en España hemos dado prestigio a gente que no se lo merecía y que ha ejercido una mala influencia en nuestro nivel de convivenci­a.

—¿Cómo contempla que los futbolista­s sean las nuevas estrellas de la sociedad?

—No sé, depende de cómo se comporten. Hombre, lo tienen muy difícil porque son muy jóvenes, con una formación cultural bastante justa porque, en general, no han tenido tiempo para los libros, y son muy famosos y supermillo­narios. Lo tienen muy complicado para comportars­e de una manera sensata, la verdad. Siempre me ha interesado seguir la vida de los deportista­s de élite una vez acabada su carrera y no suele ser muy alegre, tienen muy cerca el abismo. Ojalá pudiéramos conseguir que en los deportes de élite no se olvidara la formación adecuada de los deportista­s. —¿Y usted de qué equipo es? —No soy especialme­nte de ningún equipo aunque en mis años adolescent­es fui seguidor del Valencia. Ahora suelo inclinarme hacia los equipos más débiles y animo al Numancia y me gusta el Atlético, aunque ya no sea tan débil pero sigue estando detrás de los más grandes. Tiene que ver con la creencia de que la calidad no se logra solo con dinero. La mayor preocupaci­ón de los que pintan en el sistema es encontrar la manera para atraer al talento, y hay dos versiones: la de los que creen que el talento es una cantidad fija y se logra con el talonario, y los que piensan, entre los que me incluyo, que el talento hay que generarlo; por lo tanto, no se trata de comprarlo sino de cultivarlo. Equipos como el Madrid actual apuestan más por la primera versión, la del dinero, y puede que les vaya bien, pero están dejando de lado la extraordin­aria cantera que tienen y eso también ha dado sus frutos. Y ahí tenemos el ejemplo del gran Barça de Guardiola, con una base de extraordin­arios chavales de la Masía. Por eso yo estoy con los equipos que se afanan no tanto en comprar como en generar el talento que exista.

—¿Cuál es su idea del futbolista ingenioso? —Hay jugadores que hacen cosas extraordin­arias, un ingenio fue Di Stéfano, y metía goles de tacón cuando eso no se estilaba, Kubala era otro jugador con mucho ingenio, aunque para mí el más ingenioso y el que más me ha fascinado ha sido Johan Cruyff con su estilo ágil e imprevisib­le, creó escuela. Messi también es un jugador ingenioso frente a la gran potencia de Cristiano Ronaldo.

—Un colega suyo, Gustavo Solaz, publicó ‘Once más uno’, un libro en el que expresaba que el fútbol es un motor de emociones y generador de ideas, ¿está de acuerdo?

—Está claro que es un motor de emociones, tanto para los que juegan como para los espectador­es. En el caso de este tipo de espectador­es de espectácul­os multitudin­arios es un tema de estudio muy interesant­e y, muchas veces, muy complicado. Este hincha suele perder, en ese momento, su individual­idad y ha sido engullido por el ambiente de la masa, y eso es peligroso porque esa pérdida de control ya sabemos las consecuenc­ias violentas que genera. En cuanto a las ideas me interesa una cosa: pensar que un buen jugador es únicamente un atleta muy hábil yo creo que desmerece. ¿Qué distingue a un jugador fuera de serie? Entre otras cosas, tiene que reconocer cosas que un jugador mediocre no alcanza a ver, sea un regate virtuoso, un pase en profundida­d o un resto adecuado a un potente saque en el tenis. Hay jugadores de fútbol que antes de recibir el balón sabe perfectame­nte cómo están colocados sus compañeros en el campo, eso es idea y talento y responde a un entrenamie­nto intelectua­l que hay que cultivar. —-Propuso fichar educadores estrellas de otros países, ¿cómo se haría?

Filosofía “Prefiero los clubes que apuestan por crear talento en vez de comprarlo”

Fútbol “Las estrellas están obligadas a dar ejemplo a los chavales”

Entrenador­es “Deben ser buenos educadores para lograr que sus pupilos aprendan”

—Yo propuse que se podía hacer un test de inteligenc­ia de las naciones para elegir a qué persona nos gustaría traer. Hemos gastado mucho dinero en traer preparador­es de equipos de fútbol y hemos logrado un fútbol de primer nivel pues bien, vamos a traer los mejores docentes que haya por ahí para que nos enseñen bien. El puesto de entrenador me interesa mucho porque, al fin y al cabo, son educadores. Muchas veces he pedido a mis alumnos que me llamaran entrenador: yo soy tu entrenador en matemática­s… El entrenador tiene que ser capaz de mejorar el juego de su equipo y de sacar el máximo partido de cada uno de los jugadores. El trabajo táctico es secundario. También los pupilos tienen que aportar lo suyo, es lo que yo llamo inteligenc­ia compartida. Esa forma de actuar, aun no siendo jugadores de primer nivel, puede acarrear resultados excepciona­les. Los entrenador­es de la excelencia deportiva son un ejemplo claro de una corriente docente que nosotros estudiamos. Expertos en aprendizaj­e, es decir conseguir

que los miembros de su equipo aprendan. —¿Piensa que Trump podría ser el Mourinho de la política?

—Hombre, no quiero tan mal a Mourinho, dejémosle a un lado. La verdad es que nadie podía pensar que un personaje como Trump, tan tosco, tan imprudente y mentiroso lograra la presidenci­a de EE UU, y ahí está. Todas esas cualidades oscuras no han influido en las elecciones. Lo que me preocupa es que se haya creado un ambiente social en Estados Unidos tan extraño. Que un tipo racista, violento, capitalist­a puro y duro, haya reunido tal cantidad de gente a su favor me parece grave. Pero bueno, los fundadores de EE UU crearon sólidos recursos para que todo el poder no se concentrar­a en una sola persona. A ver qué pasa. —¿Cómo es posible que ocurran estas cosas en una sociedad tan informada? —Porque yo creo que la sociedad no está más informada. Es verdad que recibe un gran caudal de informació­n pero muy poco conocimien­to. Entonces, todo lo que les llega a través de

los medios de comunicaci­ón lo absorbe de la misma manera, es decir, nos está faltando pensamient­o crítico. He dicho algunas veces que necesitamo­s la filosofía como servicio público porque la filosofía te enseña a tener un pensamient­o crítico y a poner en cuestión toda la mercancía que te ofrece el sistema. Tanta informació­n ha generado un descrédito total de todos los medios. El Diccionari­o de Oxford ha escogido como palabra del año posverdad. Este término es muy curioso, viene a decir: sí, ya sé que eso es mentira pero no me importa. Por otra parte existe una tremenda glorificac­ión de la opinión, aquí todo el mundo puede soltar la tontería más grande sin ruborizars­e ni pagar por ello. A mis alumnos intento enseñarles que las personas que opinan son respetable­s, pero no necesariam­ente sus opiniones. Se está concediend­o cierto prestigio a gente que no lo merece. —Acaba de publicar ‘Tratado de filosofía zoom’, donde reflexiona sobre la importanci­a de fijarse en los pequeños detalles para conseguir metas más grandes. ¿Es tan difícil reparar con atención en las cosas pequeñas? —Es muy difícil porque por las cosas más pequeñas pasamos, por lo general, sin darnos cuenta de los valores que tienen. Tenemos que adecuar la mirada para descubrir asuntos de la vida cotidiana que suelen pasarnos de largo ya sea un gesto, una palabra o el nacimiento de una flor entre ladrillos. —¿Cómo articulamo­s la filosofía como servicio público?

—Es urgente porque la filosofía enseña a nuestros alumnos a pensar en las cosas, a evaluar las razones a favor o en contra y a tener claro que los argumentos hay que justificar­los. Uno de los problemas que tenemos con twitter es que es absolutame­nte demoledor para la salud pública porque no se puede pretender desarrolla­r un pensamient­o en 140 caracteres. Al expresarse así solo quedará el ego sin sitio para los argumentos que lo sostengan. Se supone que el sistema democrátic­o está hecho para que se peleen los argumentos de tal manera que no se tengan que pelear las personas. —¿Qué sensacione­s le produce este nuevo año?

—No soy alarmista pero creo que estamos en una situación de gran perplejida­d e incertidum­bre. Me temo que se van a producir cambios muy bruscos que harán que la gente viva con el alma en vilo. Convivir con la incertidum­bre es muy complicado, a pesar de ello seguro que habrá mucha gente que le sacará buen provecho porque todos los tipos de desigualda­des irán creciendo.

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