La locura transitoria de agosto
Cuando aún no había dado tiempo ni a quitar la arena de las chanclas, Sevilla y Espanyol protagonizaron un esperpento de partido en la primera jornada que hizo las delicias del aficionado neutral y provocó temblores entre los hinchas de ambos conjuntos. Diez goles y un resultado de set, 6-4, hizo que las dudas que sobrevolaban sobre las cabezas de ambos técnicos proyectaran una gran sombra y que las críticas afloraran. Al menos en Nervión dichas dudas de la afición se han transformado en devoción sin fisuras a la filosofía Sampaoli. El equipo sigue yendo arriba tanto o más que en aquella primera jornada pero ahora lo hace con una base defensiva que le asegura mejores resultados. Y cuando dicha base falla, todavía queda el muro que ha instaurado Sergio Rico esta temporada en su portería, demostrando que la confianza que en se depositó en él era más que justa y merecida. Lo de la primera jornada era insostenible y hubiera sido de necios insistir en el error. Y Sampaoli no lo es.
Quique, por su parte, ha tardado algo más en arrancar pero su Espanyol puede acercarse hoy a puestos europeos y los fantasmas de los puestos bajos están más que desterrados. Ambos proyectos se concibieron a largo plazo y lo extraño es que el del Sevilla se haya disparado de esta manera. Ni Monchi termina de creérselo, aunque si el sevillismo cree es precisamente por culpa de un Monchi al que ni sus amados carnavales de Cádiz lo distraen de su trabajo. Tres fichajes, una venta y alguna más que aún falta contemplan su mes de enero. Casi nada.