AS (Catalunya)

Un técnico sentenciad­o en el centro del debate

Luis Enrique es un funambulis­ta que empieza a perder pie

- SANTI GIMÉNEZ

El debate del delicadísi­mo momento que vive el Barcelona ya tiene foco, nombre y apellido: Luis Enrique Martínez. Tras la goleada en París que le enseña al Barcelona la puerta de salida de la Champions, a no ser que se produzca una remontada histórica, y el lamentable partido del domingo en el Camp Nou, el entrenador del Barcelona ha quedado como el gran señalado. Pero el debate ha pasado del ámbito mediático al estadio, donde se le empezó a cuestionar.

Evidenteme­nte, la culpa de lo que le pasa al Barcelona no se le puede achacar en exclusiva al técnico, porque el fallo es multifacto­rial y además de la cuota de culpa del entrenador, también deberían salir retratada una directiva huérfana de cualquier capacidad de liderazgo, la secretaría técnica con una planificac­ión insuficien­te y unos jugadores que, a excepción de los fichajes, se está yendo de rositas de cualquier debate.

Pero lo que pasa es que la directiva hace poco que ganó unas elecciones, los jugadores son intocables y Luis Enrique acaba contrato en junio y no ha dejado claro que tenga demasiadas ganas de continuar.

Si a este hecho le unimos los malos resultados y la mala imagen del equipo, el resultado del cóctel está claro: Luis Enrique es el señalado. Sólo falta una debacle para que empiecen a caerle los dardos en la diana. Nadie quiere ser el primero y todo el mundo defiende al técnico aunque saben que su fecha de caducidad está más que cantada.

Pero lo más grave de todo es que el debate sobre el técnico se ha trasladado de los medios al campo. Se pudo ver el domingo, donde cada vez que la Grada de Animación (un invento artificial que anima a su aire independie­ntemente del momento del partido) coreaba el nombre del técnico era respondida con silbidos o gritos de “Barça, Barça” por el resto de la afición.

El técnico asume esos pitos e incluso pidió que se centren en él para así desviar el foco de sus jugadores, algunos como es el caso de André Gomes. El luso lleva camino de ser la cabeza de turco de la grada. Se le está poniendo cara de Chigrinsky­i. Pero más allá de tratar de autoflagel­arse, no parece que el entrenador tenga un plan para arreglar la situación que no pase por el hecho de que el tridente se enchufe y las piezas básicas del equipo descansen. No se intuye un liderazgo táctico y los jugadores, de puertas adentro, tampoco lo detectan. Otra cosa es que esperen un milagro. Y no van a ser ellos los que fusilen a su técnico en febrero.

Si los jugadores defienden a Luis Enrique, el técnico hace lo propio con sus pupilos. No le queda otra, puesto que a principio de verano calificó a su equipo como “la mejor plantilla que he tenido jamás”.

Mismo discurso. Tras jugar ante el Leganés un partido más que mediocre, el técnico aseguró que los suyos ante el “dieron una buena versión, es el equipo con mejor actitud de los dos últimos años y el domingo mejoramos en todo respecto al partido contra el PSG”. Se olvida el técnico que si en vez de ser el Leganés el rival llega a ser el campeón francés, ahora estaríamos hablando probableme­nte de otra debacle. Por su parte, Bartomeu sigue fiel a su estilo Rajoy. Antes del partido y de su viaje a China, rompió su silencio para pronunciar un discurso de muy poco calado: “Va todo bastante bien, con Luis Enrique ya quedamos que nos sentaríamo­s a hablar en abril, no trabajamos en un Plan B y la prioridad es que siga”. Unas palabras que se llevará el viento si el domingo a las 16:15 el Barcelona no gana en el Calderón. Y si no, hasta la visita del PSG. El Barça vive en el alambre y el técnico es un funambilis­ta que empieza a perder el equilibrio y parece sentenciad­o.

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