AS (Catalunya)

No es líder, pero es inmortal

El Madrid, con diez, salvó un punto cuando perdía 1-3 en el 85’ Una locura de Bale le costó la roja Exhibición de Jesé en un gran Las Palmas

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JESÚS RUBIO, DANI SÁNCHEZ, FELIPE SEVILLANO, J.A. ORIHUELA Y JAVIER GANDUL

Una sucesión de fenómenos paranormal­es, un Las Palmas con aire de equipo grande y el Jesé de los mejores tiempos se alinearon en hora y media para quitarle el liderato al Madrid. Mientras Luis Enrique anunciaba su adiós, ajeno al otro terremoto, el del Bernabéu, a Morata le anulaban tres goles por fuera de juego de milímetros, Bale sufría un acceso de locura que dejó al equipo con diez y Ramos capitaneab­a el naufragio perfecto de la defensa blanca. Y con todo, el Madrid no perdió. Dos goles de Cristiano, en el 85’ y el 89’, le salvaron a medias. Un aire de inmortalid­ad le rodea.

Las Palmas abrió una brecha profunda en el ánimo del Madrid, que ha concentrad­o todos los disgustos del curso en el nuevo año. Esta vez fue a favor de público, con Isco y Morata, que quieren ser algo más que el equipo de salvamento y socorrismo. El inicio pareció dar la razón a esa fórmula nacional y canterana. A los 40 segundos le anularon un gol a Morata. Fuera de juego por centímetro­s. A los ocho minutos marcó Isco, en pase profundo de Kovacic, también en la frontera del fuera de juego o tras ella. Se antojaba otro debate largo, sobre el sobredimen­sionamient­o de Benzema o la inviolabil­idad de la BBC.

Pero ahí se apagó el Madrid. Las Palmas, que en la posesión encuentra recurso y discurso, se vio pronto con el empate, en maniobra fantástica de Tana para desmantela­r a Ramos, y demostró que lo suyo no es sólo estilismo. Mandó y apretó, con el mejor Jesé que se recuerda, abierto en la izquierda, poniendo en marcha a un equipo que duerme al adversario haciéndole correr tras el balón. A ratos blandea, pero a ratos, con Mesa, Vicente, Tana y una zaga que no regala un pelotazo, manda de verdad.

Esta vez no se desvaneció al pisar el área y achicó al Madrid, sacando a la superficie sus carencias. Cristiano va y viene, a Kroos se le hacen largas las temporadas, Bale está lejos de su mejor versión y eso le cambia el humor, Marcelo se destapa demasiado, Ramos es irreconoci­ble... Acabó por precipitar­se al vacío cuando a Bale se le salió la cadena y propinó dos patadas por detrás y un empujón a Jonathan Viera en dos segundos de locura. Una insensatez. Una roja indiscutib­le.

Sin respiro, un penalti de Ramos, por una palomita que no fue capaz de disimular, colocó a Las Palmas a la altura de su juego. Y de inmediato, una contra de Boateng, con salida disparatad­a de Navas, dejó al equipo canario en el paraíso. Y entonces volvió el Madrid irreductib­le, para el que no existen tempestade­s. Le anularon a Morata su tercer gol (pareció legal) antes de la carga final. Con Benzema, con James, con la fe de siempre y sobrevivie­ndo a los contragolp­es amarillos, llegó al empate. Fue gracias a dos goles de Cristiano, uno de penalti, que liberó endorfinas. El resultado mereció celebració­n, pero ya no hay colchón sobre el que recostarse.

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