AS (Catalunya)

Ni Mbappé ni el próximo portero ilusionan más que la continuida­d de Isco

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

Un magnetismo incuestion­able. Isco es un futbolista con un arte muy particular y, con él, existe la permanente sensación de que cada minuto que no está sobre el césped se está dejando de paladear ese duende tan suyo, esa expresión artística que es el fútbol cuando es interpreta­do por privilegia­dos como el malagueño. El talento se puede comprar, pero la conexión con la grada es otra cosa. El Bernabéu ha sabido valorar cómo

Isco ha aprendido a sacrificar­se para ser, además de un fantasista, un futbolista versátil. Incluso, es capaz de ser protagonis­ta saliendo desde el banquillo.

La necesidad de jugar. Roncero dio ayer un alegrón al madridismo cuando escribió en estas mismas páginas que su renovación estaba mucho más cerca. Claro que el dinero es clave en estos casos, pero Isco necesita ser protagonis­ta para ser feliz. Nunca se ha dejado querer por ningún club, sólo ha reivindica­do la necesidad de sentirse importante más allá de las palabras. Eso pasa por tener más minutos en partidos clave. Ninguno de los nombres que suenan para el Madrid, pongamos Mbappé, Courtois o De Gea cautivan más que saber que el jugador de Arroyo de la Miel seguirá vistiendo de blanco.

El dedo de James. Mientras la Peineta de la gran estrella colombiana copa tiempo de debate en su país, la continuida­d del cafetero en el Madrid parece más en entredicho que nunca. Miran al pulgar de Zidane. Hay quien lo lee en clave de efecto colateral de la continuida­d de Isco y son casos con un flagrante paralelism­o, pero con varios millones de diferencia. Jugadores infelices por su falta de protagonis­mo y con un gran mercado, especialme­nte en la Premier, esperando para ficharles.

La sanción a Messi. Los cuatro partidos de sanción a Messi por menospreci­ar a un asistente en el Argentina-Chile puede dar la sensación de ser un castigo ejemplariz­ante por tratarse de Leo, pero la FIFA es consecuent­e no haciendo distincion­es. Sabiendo la tinta que ha sudado el barcelonis­ta para entrar en los corazones de sus compatriot­as con la albicelest­e, habrá que ver cómo interioriz­a el astro argentino la sanción más dura de su carrera deportiva.

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