AS (Catalunya)

El ADN de las remontadas

- XABIER FORTES

La vida cambia en ocasiones de repente, en un salir y volver a entrar al Camp Nou a la carrera saltando los tornos. Te habitúas a remontar una noche de miércoles en medio de un estruendo telúrico y acabas por despreciar el fútbol liguero de fin de semana, con esos silencios prolongado­s en la grada que permiten escuchar el golpeo del balón como si fuese un concierto sinfónico en el Liceo.

Lo mismo le pasó al Madrid a mediados de los ochenta. Contra lo que todo el mundo supone, no era un club remontador. Si alguien lo era en España era el Barça, que en los 70 ya había volteado dos 3-0 casi consecutiv­os en la Recopa, competició­n con la que se desvirgó en Europa.

Un día el Madrid remontó, le quitó la fama al Barça y ya fue para siempre. Era su quinto año de sequía en la Liga, y eso significab­a estar fuera de la Copa de Europa todo un lustro. Se encariñó con la UEFA, trofeo de perfil tan menor que hasta su final se jugaba a doble partido, como si no hubiese motivos entre la hinchada para desplazars­e. Un miércoles perdió 3-0 en el campo del Anderlecht y en la vuelta era tan escasa la fe que TVE solo mandó dos cámaras al Bernabéu. Según iban escuchando los goles por la radio fueron improvisan­do. Un realizador pidió las cintas betacam con urgencia y comenzó a pegar largos planos-secuencia. Se locutó en diferido para darlo esa media noche advirtiend­o previament­e a la audiencia de la escasez de planos-recurso y de repeticion­es. Aquella temporada el Madrid ganaría su primera UEFA contra el Videoton.

Como un jugador ante la ruleta, al año siguiente dobló la apuesta con el Borussia. Ya no sabía vivir de otra manera. La final fue contra el Colonia y el primer partido tocó en Chamartín. El Madrid y el público parecían desorienta­dos, sin sentir la ansiedad de la remontada cabalgando en las venas hasta que marcó Klaus Allofs para los alemanes. Con 0-1 las sensacione­s ya eran más reconocibl­es. Al Colonia le cayeron cinco goles de una tacada y todo quedó resuelto con la rutina de un acta notarial. Incluso hubo quien hizo una chanza con los nombres de sus dos rivales finalistas, los equipos de un videoclub y una perfumería.

Ese año el Barça también remontó, un 3-0 ante el Goteborg. En la final de la Copa de Europa no marcó el Steaua, y sin la urgencia de remontar, los azulgrana fueron un manojo de nervios hasta en la tanda de penaltis. Fallaron sus cuatro lanzamient­os. No hubo necesidad del quinto. El Barça seguiría sin alzar la Copa de Europa. Pedro Ruiz se quiso hacer el gracioso en su exitoso programa nocturno y rebautizó al Steaua de Bucarest como el ‘Steaua no Beberé’, como si fuese una maldición bíblica.

Treinta años después, con el 6-1 ante el PSG (el mismo resultado con el que abrió su épica el Madrid) el Barça volvió a disfrutar del vértigo del que un día se apropiaron los hinchas del Bernabéu. Ahora vuelve, al igual que ellos, a doblar la apuesta contra la Juve. Otra vez un 3-0 en contra que remontar. A la espera de recuperar su identidad reciente a través del juego, eso que pomposamen­te llaman ADN Barça, sólo queda apelar a los recuerdos de hace tres décadas y confiar en que por una noche Messi haga de Pichi...o vuelva a ser él mismo.

Esperanza Hay que confiar que Messi haga de Pichi o vuelva a ser él mismo

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