El sol no se pone en la España olímpica
De la Cruz, Sergi López y Montrucchio, que residen en el extranjero, rememoran sus medallas
Ganar una medalla comporta una popularidad a la que algunos deportistas están poco acostumbrados. Un éxito deportivo de tal magnitud le cambia la vida a cualquiera, pero si resides fuera de España la situación es diferente. Es el caso de varios de los deportistas que acudieron ayer a la Gala de los 50 años de AS, como Sergio López (bronce en 200 braza en Seúl 88), Juan Domingo ‘El Lagarto’ de la Cruz (plata en baloncesto en Los Ángeles 84) e Irene Montrucchio (bronce en natación sincronizada en Londres 2012) o Miriam Blasco (oro en judo en Barcelona 92).
Cuando el Lagarto de la Cruz recuerda su medalla en Los Ángeles no puede esconder la sonrisa. No solo por el éxito deportivo, sino porque recuerda la convivencia con los que desde aquel momento fueron sus amigos: “Vivo en Costa Rica, pero siempre que vengo a Europa voy a Madrid para reunirme con mis compañeros. Formamos un gran grupo y todavía mantenemos la amistad”, recuerda. Hoy vive del turismo (tiene un bote con el que realiza salidas náutica) pero la medalla ganada sigue pesando: “Voy a algunos colegios cuando hablan de olimpismo. A los chicos les gusta ver la medalla y la gente valora que ganamos una plata”.
Irene Montrucchio, en cambio, nunca dice que fue olímpica. Lo explican sus amigos de Houston (donde vive y trabaja) porque a ella no le gusta presumir. Lo que no puede esconder, sin embargo, es la emoción al recordar su bronce: “Fue una pasada, lloré pensando en toda mi carrera deportiva. Llevaba 17 años nadando. El nuestro es un deporte muy sacrificado que me ha enseñado unos valores que no me quita nadie”.
Valores.
A Sergio López la medalla, y la natación, le cambiaron la vida. Ya vivió en Estados Unidos antes de los Juegos de Seúl, y se volvió después: “Tras ganar la medalla estuve en Barcelona y me fui a los diez días. Todos queremos ser famosos, pero la gente te quita la identidad”. Su camino en Estados Unidos, además, ni fue fácil: “Llegué en el 87 y estuve cuatro o cinco meses entrenando completamente solo, aprendiendo inglés y lavando platos a cambio de comida. La natación me dio un sentido a la vida”.
Irene
“Al ganar el bronce lloré de emoción: llevaba 17 años nadando”
S. López
“Tras ganar la medalla me fui de Barcelona a los diez días”