El caso Gerard consume la paciencia de Quique
“Somos felices y nos ilusionamos con el futuro”, dijo en mayo. “No estoy feliz”, afirma ahora. En el camino, una planificación errática
Mercado
Manejaron primeras opciones ajenos al terrible tope salarial
En 2016
Llegaron a decirle que para fichajes tendría el doble de lo que había
EI rictus de Quique Sánchez Flores en la zona mixta de San Paolo, el jueves, no podía ser más serio y grave. Cavilaba las respuestas, y no por la derrota ante el Nápoles (2-0), sino por un detonante en un verano que está suponiendo un desgaste mental para el entrenador del Espanyol. El caso de Gerard Moreno —incluso si hace oídos sordos al Villarreal y se acaba quedando con un aumento de ficha, como todo hace indicar— puede significar la gota que colma el vaso en una planificación errática.
“No estoy muy contento, no estoy feliz”, prorrumpió Quique el jueves, antes de hacer una pausa en la respuesta, casi tan larga (o corta) como los tres meses que han transcurrido desde que, el 6 de mayo, asegurase: “Somos felices y nos ilusionamos cuando pensamos en el futuro del equipo”. Aquel día, además de celebrar la entonces inminente continuidad de Diego López, manifestó que el club tenía “clarísimo” que Diego Reyes debía seguir. Aquella firmeza hoy ha quedado en un anhelo. En este último trimestre, no ha cambiado la realidad del Espanyol, sino el conocimiento de su gestión.
El cuerpo técnico y el área deportiva emprendieron el mercado apuntando a primeras opciones: desde la convicción de que el club abonaría la opción de compra por Reyes a los contactos directos con el Inter de Milán por Éver Banega, Borja Valero o Raúl Albiol. Bien podría ser que en la secretaría rumiaran en algún traspaso cuantioso (como los siete millones del Tottenham por Pau) para poder afrontar alguna de esas compras. Pero sobre todo se trató de un error aritmético y de desinformación: desconocían que el límite salarial les ahogaría.
Fue más adelante, en pleno mercado, cuando los técnicos tuvieron conocimiento del maquiavélico tope, casi idéntico al curso pasado, que debido a las renovaciones al alza del curso pasado y los primeros fichajes de éste dejaba un estrechísimo margen de maniobra. Así que tuvieron que activar el plan B, con dispendios leves, pese a lo cual ahora encima peligra Gerard, el jugador con más minutos la temporada pasada.
El “síndrome”. Fue precisamente durante todo el curso anterior cuando, como en Nápoles, empleó Quique la felicidad como término para medir su confort en el Espanyol. “Nadie nos puede sacar el sentimiento de felicidad”, aseguró el 24 de abril, orgulloso del equipo pese a haber caído ante el Atlético. “Estamos en el camino de jugar bajo el síndrome de la felicidad”, sentenció a diez jornadas para el final de Liga. O su primer “momento más feliz en el Espanyol”, en octubre, al derrotar al Betis. Todo ello pese a que el primer verano del proyecto también estuvo marcado por imprecisiones.
Durante unos días, Quique creyó, pues así se lo habían comentado desde las altas esferas del club, que dispondría para fichajes de 30 millones, el doble de presupuesto del que realmente existió, ya que se contabilizaba en esa cantidad una supuesta venta de Felipe Caicedo por 15 millones que, por supuesto, nunca llegó.
“En los últimos años solo me mueve el corazón. Quiero disfrutar de mi trabajo. El Espanyol es el lugar ideal para construir, y construyendo me siento feliz”, advirtió en su presentación, el 13 de junio de 2016. De nuevo la felicidad. Como cuando dejó el Getafe, en febrero de 2015: “Es una decisión personal que me permite evitar situaciones que no me hicieron feliz”. Hay quien ve un paralelismo entre aquella súbita despedida y sus palabras del jueves. Lo único seguro es la quemazón. Tiene hasta el lunes por la tarde para meditar.