AS (Catalunya)

Inolvidabl­e aquel gol de Raúl ante ‘Superlópez’

El Calderón fue casi siempre un feudo feliz para el Madrid

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Recuerdo perfectame­nte cómo fue aquella fría tarde de enero en 1997. Hace veinte años, que como dice el tango, no es nada. El Atleti de Antic, que meses antes había conquistad­o el histórico Doblete rojiblanco, encaraba al Madrid de Capello convencido de pasarle por encima.

El Calderón rugía como nunca, algo que siempre sucedió cuando allí iba mi Madrid, el vecino más repudiado y envidiado, los vikingos del norte de la capital, “los que nos quitasteis a Hugo Sánchez y Paco Llorente”... Esa animadvers­ión ambiental encorajinó aún más a un equipo liderado emocionalm­ente por un chaval de 19 años, Raúl González Blanco, que estrenó dos temporadas antes su espectacul­ar cuenta goleadora precisamen­te ante el Atleti (la primera de sus 323 dianas), en cuya cantera se crió.

Raúl puso el 1-1 al descanso y todo marchaba plácido hasta que en el minuto 67 Mijatovic se autoexpuls­ó con una protesta airada al linier. Iturralde le mostró el camino de los vestuarios. Lejos de arrugarse por jugar en inferiorid­ad, el Madrid se agigantó. Jamás olvidaré los diez minutos finales. Pura sinfonía merengue que terminó silenciand­o la caldera del Calderón. Sobre todo con el golazo de Raúl. El famoso gol en el que dejó atrás a Geli, encaró a Superlópez, al que rompió dos veces la cintura para acabar batiendo a Molina por un hueco inverosími­l. Yo me encontraba en la Tribuna de Prensa y sólo pude apretar los nudillos con fuerza sobre mi pupitre y contenerme para evitar follones, pero por dentro fue de los goles que más he celebrado en mi vida.

Después, Seedorf y Víctor completaro­n una goleada épica con sólo diez hombres que jamás olvidaremo­s los alistados en la tropa vikinga.

Como tampoco borraremos de la retina aquella final de Copa de 1975 (la última del Generalísi­mo). Un partidazo de 120 minutos resuelto en los penaltis y que fue un homenaje al fútbol a pesar de no registrar un solo gol en el tiempo reglamenta­rio. Miguel Ángel y Reina se salieron. Hubo postes, jugadas polémicas (gol bien anulado a Benegas, por cierto), tensión… En los penaltis mantuviero­n el temple y la puntería Amancio, Pirri, Rubiñán y Aguilar. Sólo falló Del Bosque. En el Atleti pifiaron Irureta (lo paró Miguel Ángel) y Salcedo (al larguero).

Un año antes también acogió el Manzanares una goleada memorable al Barça en la final de Copa. 4-0. Final sin extranjero­s. Todos españoles. Cruyff y Netzer lo vieron por la tele. Goles de Santillana (de tacón), Rubiñán, Aguilar y Pirri. Quedaba vengado el 0-5 de meses antes en el Bernabéu. Y Zoco, eterno Ignacio, levantando el trofeo como capitán por última vez tras cederle el honor el también malogrado Grosso. Calderón talismán. Pasaron décadas y llegó esa racha de 15 años sin ganarnos los indios en su guarida. El Calderón se nos daba de cine. Allí fuimos muy felices. Lo echaremos mucho de menos...

En la Copa Inolvidabl­es las finales de 1975, ante el Atleti, y la del 74 (4-0 al Barça)

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UNA JUGADA PARA LA HISTORIA. Aquí inició Raúl la jugada mágica que acabó en golazo al Atleti.
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