AS (Catalunya)

Del Dunkin Kubala al gol de Katalinski

La última eliminació­n de España en el 74 marcó a una generación

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Con Dunkin Kubala al Mundial de Alemania’

atronaba a todas horas la televisión en las pausas publicitar­ias. Era la semana previa a la gran cita contra Yugoslavia por un puesto en el Mundial del 74, y el chicle de moda había incorporad­o el apellido patrocinad­o del selecciona­dor. Dentro del envoltorio, en un cromo desplegabl­e, Kubala nos daba consejos técnicos y tácticos que los chavales memorizába­mos mejor que los afluentes, ríos y cordillera­s.

Él último Mundial en el que habíamos participad­o era el de Inglaterra 66 (el año en el que el Pontevedra fue líder de Primera, que no viene al caso pero a mí me gusta recordarlo), así que entenderán cómo se vivió aquella clasificac­ión, un triangular entre

España, Yugoslavia y Grecia.

El último partido del grupo enfrentó a helenos y balcánicos. Nos valía el triunfo local, un empate o incluso una victoria yugoslava por la mínima. “El guión lo debió escribir Narciso Ibáñez Menta”, dijo mi padre, porque en la última jugada, tras un corner, hicieron el

2-4 y fuimos al desempate en Frankfurt.

Para entonces ya habían acabado todas las fases de clasificac­ión salvo la nuestra, e incluso se había realizado el sorteo. Si ganábamos inaugurarí­amos el Mundial ante Brasil, campeona del México 70.

Así que, en semejante estado de excitación, esa noche nos sentamos toda la familia a ver el partido en un viejo Philips blanco y negro, confiados en Iribar y en nuestro tridente, Amancio-Gárate-Valdez, pero no iban ni 15 minutos cuando otro nombre perforó nuestra portería y nuestros tímpanos, ¡Katalinski!

En el descanso, junto al inevitable Dunkin Kubala, nos golpeo el mentón otro anuncio. ‘¿Quiere saber cómo quedará el España-Yugoslavia? Léalo en

Barrabás, la revista satírica del deporte’. A esas alturas ya barruntaba yo que ni con el Barrabás ni comprando por cajas los Dunkin Kubala iríamos al Mundial de Alemania.

Cuatro años después nos tomamos la revancha con el gol de Rubén Cano en Belgrado, y tras dos ausencias consecutiv­as nos clasificam­os por fin para el Mundial de Argentina 78, que ya pudimos ver en color. Sin Franco llegaba la modernidad.

“Compre un televisorr­rr Werrrnerrr­rr, elija su sobre de la suerrrrte, y venga a Arrrrrgent­ina con nuestrooos colores’ declamaba José María García en un spot, arrastrand­o las erres y con ese juego de palabras al que era tan dado. Desde entonces no hemos faltado a ninguna cita mundialist­a, pero ante partidos como el de mañana contra Italia es imposible no sentir en el estómago el mismo hormigueo que cuando de niños mascábamos los Dunkin Kubala.

Alegría Cuatro años después nos tomamos la revancha con el gol de Rubén Cano en Belgrado

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