Ambiente y espectáculo de diez
Hace mucho tiempo que algunos medios juegan a vender interesadamente que en Cataluña se vive poco menos que un clima prebélico y, en esa lógica perniciosa, la visita del Real
Madrid a Girona se presentaba como una excelente oportunidad para echar más leña al fuego. Así, se elevó a la categoría de noticia excepcional que el Real Madrid prescindiera de su autobús oficial; algo bastante habitual y que no hace solo en Cataluña. Se especuló sobre la suspensión del partido para evitar posibles enfrentamientos entre aficionados si el Parlament declaraba la independencia y el Estado respondía con el 155. Se habló de un Madrid bunquerizado en su hotel para protegerse ante posibles ataques vandálicos y lo que se encontró fue el calor de sus aficionados, que son muchos en todas partes.
Nunca ninguna fuente policial salió a confirmar que se fuera a suspender el partido o que se disputaría a puerta cerrada. También se dijo que Girona, la ciudad de la que fue alcalde
Carles Puigdemont, era algo así como el mordor del independentismo, una especie de infierno para los aficionados blancos. Lo único que sucedió en Montilivi fue que hinchas con la camiseta del Girona presenciaron el encuentro junto a otros que llevaban la del Real Madrid y más de una bandera española ondeó en un campo con presencia notable de esteladas y en el que se cantó independencia en el minuto 17:14 y “libertad” para los Jordis como en tantos otros partidos. Y si pasó algo, no fue ni más ni menos que lo que sucede en cada estadio cada domingo. La única paliza fue deportiva.