Un joven guardián de la meta con mucho aplomo que admira a Iribar

■ A Kepa le gusta vestir de negro. Y eso bajo los tres palos de San Mamés siempre lleva a la platea a evocar al mejor portero de la historia del Athletic: Iribar, precisamente el ídolo del actual guardameta del club bilbaíno. Llegó a Lezama en alevines y desde entonces se esforzó, con palizas diarias desde Ondarroa, casi 140 kilómetros diarios de carretera, más de dos horas. El vizcaíno se forjó en cesiones en la Ponferradina y Valladolid. Y en el Athletic lleva una temporada y este tercio consumido de la actual en Primera, es decir, 33 partidos en la élite, de aquí que Ibaigane no quiera volverse loco con su renovación. Pero en tan corto espacio de tiempo ha demostrado que tiene luz, que posee el brillo de las futuras estrellas. Valverde decidió darle la alternativa y ponerle por delante de un veterano de la talla de Iraizoz. El Txingurri tenía claro que no había que esperar más y el chaval le respondió a las mil maravillas. Desde entonces, el 11 de septiembre de 2016 con un Depor-Athletic (0-1), empezó a enamorar a una grada tan exigente como la de San Mamés. Le adora. Desde aquel estreno mostró un aplomo y una madurez impropias de su edad. Ha tenido días tortuosos, pero es muy regular y ha dado muchos puntos. Incluso ha contagiado su seguridad a los centrales, los jóvenes Núñez y Laporte.

Arribazalaga, portero titular largo tiempo en la Sub-21, es felino metiendo manos, aunque aún debe pulir las salidas. Tiene un hobby curioso: es campeón de pájaros cantores de Vizcaya. La pasión le viene de lejos, ya que su padre cría jilgueros y él desde niño disfrutaba con ellos.