Los Ángeles: la sinfonía de plata
Y, de repente,
España descubrió el baloncesto. Es más: se enamoró de nuestra selección de basket, aquellos chavales pulcros y espigados que, representando a un país de bajitos, lograban éxitos y medallas en un deporte de gigantes.
Fue un trienio triunfal que nos catapultó a la fama. Legendaria victoria frente a EE UU en el Mundial de Cali 82, plata en el
Eurobasket de Nantes 83, dominando a la URSS en semifinales, y plata olímpica en Los Ángeles 84, tras batir a Yugoslavia en
semis y caer honrosamente en la final ante Michael
Jordan y compañía. Ya no eran anécdotas, destellos ocasionales como los subcampeonatos europeos del 35 y el 73. Eran tres años de éxitos enlazados. Había equipo. Una fantástica generación de jugadores, con un técnico carismático al frente, Antonio Díaz
Miguel, y líderes sólidos en la cancha, como
Corbalán o Fernando
Martín. Desde aquel 10 de agosto de 1984 el baloncesto español no dejó de crecer, hasta convertirse en gran potencia mundial. Y aquel día, en el cénit de su trayectoria, anunció su retirada el Karajan de aquella gran orquesta,
Juan Antonio Corbalán. Había debutado con sólo 17 años y cumplió la treintena durante los Juegos.
Casi treinta y cinco años después sigue siendo un icono del deporte español, el emblema de un equipo mágico que nos metió en una espiral de ensueños.